El azúcar (químicamente denominado sacarosa), es la sustancia que utilizamos para endulzar cafés, postres o tartas y hace a los alimentos en los que está presente que sean muy agradables de comer. De hecho, estamos tan acostumbrados a su sabor que pocos son los que pueden tomarse un café sin endulzarlo y no escupirlo ni poner caras raras. Esto es debido a que genéticamente aceptamos mucho mejor el sabor dulce.
Las empresas alimentarias saben esto muy bien y es por ello que son muchísimos los alimentos a los que se les adiciona azúcar: refrescos, zumos, yogures, postres lácteos, tartas, chocolatinas, bollería, cereales de desayuno e incluso tomate frito.
Ante tantos estímulos, el problema viene cuando delante de una sabrosa bandeja de chocolatinas no somos capaces de tomar sólo una, sino que van cayendo una tras otra casi sin darnos cuenta. Este masivo aporte de azúcar provoca en nuestro cerebro la estimulación de los receptones opioides (drogas como la heroína o cocaína también los estimulan) y una gran liberación de dopamina, una hormona encargada de suministrarnos los sentimientos de placer y gozo (1). Es decir, se activan las mismas vías cerebrales que se activarían con la utilización de drogas adictivas. Con lo que cabe esperar que el azúcar tenga un potencial adictivo y es por ello que, cada vez más, la literatura científica sugiere que puede llevar a trastornos alimentarios y obesidad por su alta ingesta.
Pero conozcamos con más profundidad qué es la adicción al azúcar, ya que propiamente dicho sólo podemos hablar de adicción cuando nos encontramos ante tres criterios diagnósticos:
- Atracones que generalmente afloran después de un período de abstinencia voluntaria o privación forzada.
- Efectos de abstinencia que se hacen visibles cuando se deja de tomar una sustancia determinada (el azúcar en este caso).
- Ansiedad que aumenta por lo general tras el período de abstinencia.
Es debido a esto que los expertos señalen que sólo una mínima parte de la población es realmente adicta al azúcar. Sin embargo muchas personas pueden ser en cierta medida “dependientes” de esta sustancia.
Cabe mencionar también que a estos posibles mecanismos de adicción se suman otros inconvenientes relativos al consumo excesivo de azúcar como son toda la energía que pueda aportar (4 kcal por cada gramo) sin ofrecer a cambio ningún otro nutriente como vitaminas o minerales (es por ello que hablamos de calorías vacías), la nula sensación de saciedad que unido a la creación de grandes “picos” de glucosa en sangre, seguidos de una rápida bajada que puede provocar la sensación de hambre prematura (hipoglucemia reactiva) estimulándonos a consumir más y más, comenzando así la reiniciación del ciclo.