Realmente no existe un “mejor” sitio en el que podrías recibir una picadura de cualquier tipo de insecto, pues no suelen dar gusto precisamente. Sin embargo, hay algunos que si son peores que otros. De eso se dio cuenta Michael Smith, un estudiante graduado en la Universidad de Cornell que estudia el comportamiento y evolución de las abejas, tras haber recibido una picadura en los testículos. Evidentemente cuando se trabaja con estos bichitos el peligro de recibir un regalo de su parte es más que considerable, como le pasó al bueno de Smith. Sin embargo, sorprendentemente, no le dolió tanto como esperaba.
La escala Schmidt del dolor por picaduras
Por ello, Michael Smith se preguntó, ¿cuál es el peor lugar del cuerpo para ser picado? Es una duda difícil, pues cada persona tiene una respuesta diferente a las picaduras. Ni siquiera con la escala creada por Justin Scmidt (la Schmidt Sting Dolor Intex) pudo ayudar, la cual mide el dolor por picaduras utilizando descripciones sinestésicas que bien podrían haberse sacado de una nota de cata de vinos.
La picadura de la abeja del sudor (1 en una escala del 0 a 4) se siente como “una pequeña chispa que chamusca un solo pelo en el brazo”. Por su parte, la picadura de avispa (2) se siente “caliente y humeante, casi irreverente”. Finalmente, la picadura de las hormigas bala (4+) se siente como “dolor puro, intenso, brillante, como caminar sobre carbón en llamas con un clavo de cinco centímtros incrustado en el talón”. Recomendación: No tengáis hormigas bala de mascota.
Por su parte, Schmidt reconoció que los niveles de dolor son también muy particulares de cada individuo, pudiendo variar y depender de factores como la localización de la picadura, pero no dice como estos niveles varían según la zona corporal. Y ahí es donde entra nuestro amigo Smith, el cuál decidió utilizar como a sujeto experimental a si mismo.
La escala Smith de la localización del dolor
Evidentemente, la auto-experimentación no está contemplada en la Universidad de Cornell, por lo que lo que hizo Smith no fue revisado. Además, él era el único sujeto, consciente de los riesgos y de que los resultados serían públicos. Hay que admitir que era un individuo metódico: Recogió las abejas según sus alas, sin miramientos y con pinzas, presionándolas contra su cuerpo y dejando su aguijón clavado durante un minuto antes de quitárselo para posteriormente evaluar su dolor del 1 al 10. Es algo difícil de medir, pero las escalas numéricas dan un resultado medianamente aceptable.
Repitió el proceso cinco veces al día, de 9 a 10 de la mañana, siempre empezando y terminando con “picaduras de prueba” en su antebrazo para calibrar la escala. Así estuvo 38 días, usando incluso espejos para lugares como las nalgas (si, yo también estoy riéndome mientras os explico esto).
“Todas las picaduras indujeron dolor en el autor. Los lugares menos dolorosos fueron el cráneo, la zona superior del brazo, y la punta del dedo medio (con un promedio 2,3). Ser picado en la parte superior del cráneo era como tener un huevo roto en la cabeza: El dolor está ahí, pero luego se va”
Por su parte, los sitios más dolorosos eran: El eje del pene (7,3), el labio superior (8,7) y las fosas nasales (9).
“Es eléctrico y vibrante. Especialmente la nariz. Tu cuerpo realmente reacciona. Ser picado en la nariz es una experiencia que sufre todo el cuerpo. Eso si, si te dan a elegir entre el pene o la nariz, te ves obligado a preferir el pene“
Curiosamente, era de esperar que los sitios más dolorosos fueran los que poseen la piel más fina o que tienen más neuronas sensoriales, pero ninguno de ambos factores explican los resultados, pues la palma de la mano tiene la piel gruesa pero duele mucho más el brazo o el cráneo, con la piel más fina. Por otra parte, el labio superior dolía mucho más que el dedo, y sin embargo ambos poseen un numero similar de neuronas sensitivas.
Aún así, cabe recordar que todo esto son datos puramente subjetivos de una única persona y no se pueden generalizar. Pero es digno de admirar, dudo que cualquiera se atreviera a repetir el experimento de Smith, y tampoco lo aconsejo.
Vía | National Geographic.