Generalmente, la mayoría de individuos prefieren resultados inmediatos antes que a largo plazo, antes que esperar, porque no comprendemos el tiempo ni la espera (“el que espera, desespera”), y esto lo demostró el psicólogo Walter Mischel de la Universidad de Stanford en 1972 en el experimento de los marshmallows.
Este experimento se basa en el estudio de la psicología del comportamiento (parece que no, pero un buen dominio de la psicología puede dominar el mundo). Su funcionamiento lo veremos a continuación.
El investigador le hace una proposición a un niño pequeño:
“Toma, aquí tienes una nube de azúcar. Puedes comértela ahora o puedes esperar. Si esperas y resistes sin comértela, te daré otra nube más dentro de un rato”.
Este experimento analiza cómo se comportan los niños cuando se les hace esperar y se les proponen cosas que desean como una simple nube de azúcar (esto es un ejemplo, podemos ofrecer cualquier cosa, como dulces, chucherías o cualquier cosa jugosa que se os ocurra). En el experimento, a veces se les dice cuanto tiempo esperaran, y otras no. ¿Qué creéis? ¿La mayoría de los niños esperarán o harán desaparecer la nube de azúcar en un abrir y cerrar de ojos?
Pues hay de todo, algunos hacen desaparecer la nube de azúcar en un chasquido, otros intentan evitar la tentación tapándose los ojos, otros son más (si me permitís la expresión) autodestructivos y se quedan mirando la tentación sin hacer nada, y otros dan patadas con un evidente nerviosismo y desesperación. Al final del experimento, dos terceras partes acaban sucumbiendo a la tentación, y la otra tercera parte elegian esperar, elegian la llamada gratificación diferida. Es decir, solo el 33% de los niños conseguían esperar y aguantar para conseguir un premio mayor al final de todo.
Pero el experimento no acaba aquí. Cuando se analizó a estos niños años después (durante el experimento tenían entre 4 y 6 años) se descubrieron varias cosas muy interesantes, que nos ayudan a comprender ciertos tipos de personalidades actualmente:
Los niños más impulsivos, que acababan con la nube de azúcar enseguida, acababan sacando peores notas que los demás niños y siendo más incompetentes.
Los niños con más autocontrol y capacidad de planificación de futuro, acababan siendo más aplicados y capaces en las diversas facetas de su vida cotidiana.
¿Sorprendid@s? No deberíais, pues los primeros 6 años de edad de una persona condicionan sobremanera su personalidad posterior. Este experimento no ha condicionado en nada a los niños, solo ha demostrado lo evidente, que hay relación entre el pensamiento de un niño y de ese mismo individuo en adulto. En definitiva, preferimos antes un premio rápido, inmediato y menor que un premio mayor (en cantidad o cualidad) pero que requiera cierta espera.
Aquí os dejo un video que representa el experimento de marshmallow, espero que os guste: