Haciendo honor a mi idiosincrásica costumbre de escribir sobre trastornos psiquiátricos, hoy voy a hacer mención de un síndrome del que todos habréis oído hablar: el síndrome de Diógenes.
Seguro que muchos de vosotros tenéis una idea superficial de lo que es: básicamente consiste en acumular objetos en el hogar, muchos de los cuales ya no son necesarios (como basura, por ejemplo). Sin embargo, hay mucho más sobre este trastorno de lo que parece.
En primer lugar, cabe mencionar que las personas ancianas son más proclives a padecerlo. Es por ello por lo que muchos psiquiatras lo relacionan con la demencia senil, aunque no es así en todos los casos. Aparte de acumular basura, las personas con este síndrome tienden a alejarse de la sociedad, a sentirse apáticos, etc. En definitiva, se da en ellos una gran tendencia a la depresión. Se ha demostrado que estos síntomas constituyen una reacción al estrés padecido en épocas anteriores (así que cuidadín a los jovenzuelos nerviosos, ¡hay que tomarse la vida con más calma!). El tiempo en que tarda en desarrollarse el síndrome está por definir, aunque se cree que requiere muchos años para configurarse del todo.
Por otro lado, se ha observado que los pacientes con síndrome de diógenes son muy posesivos, muy inteligentes, agresivos, y algunos acumulan objetos de forma exageradamente desordenada, sin seguir un patrón en concreto. Esto sugiere lesiones en las zonas prefrontales del cerebro, ya que éstas están vinculadas a la toma de decisiones. De hecho, las zonas frontales cerebrales son las que coordinan los procesos cognitivos que nos ayudan a razonar, monitorizar conflictos, etc. Aún así, sí que se han visto pacientes que organizan sus objetos de forma curiosamente estructurada, de modo que tiene que haber otras causas que condicionen el síndrome, aunque aún son desconocidas. Sí que es cierto que la mayoría de los pacientes con síndrome de Diógenes han vivido en condiciones de pobreza, pero esto no se ha aceptado como posible causa del trastorno, siendo el rechazo que sienten hacia ellos mismos el resultado de un fuerte impacto mental. Esto quiere decir que, mediante el acúmulo de objetos, los pacientes con Síndrome de Diógenes calman sus frustraciones emocionales y al mismo tiempo se sienten autosuficientes al rechazar la ayuda de los demás.
El Síndrome de Diógenes fue reconocido por primera vez como trastorno psiquiátrico en 1966, y su nombre hace referencia a un filósofo de la antigua Grecia llamado (¡¡sorpresa!!) Diógenes, el cual era minimalista y vivió confinado a una bañera.
Éticamente, es muy complicado tratar a los pacientes diagnosticados con este trastorno, pues, como he dicho antes, muchos de ellos se niegan a aceptar ayuda alguna. Aún así, se intenta mejorar el bienestar de los pacientes para que lleven la mejor calidad de vida posible, ya que muchos se ven sometidos a un gran riesgo de contraer infecciones dadas las condiciones en las que viven. En ocasiones, los pacientes han de ser hospitalizados (aunque los resultados no suelen ser satisfactorios) y muchos recurren a la psicoterapia.
Por último, me gustaría alegar que el Síndrome de Diógenes no debería confundirse, bajo ningún concepto, con el coleccionismo. El coleccionismo suele reducirse a una sola gama de objetos (en mi caso, colecciono todo aquello que tenga forma de rana desde hace casi 11 años, ya que me siento fascinada por el estudio de estos anuros); según se cree, las personas con tendencia al coleccionismo buscan una consolidación de su propia identidad para aferrarse a la realidad en lo que parece un mundo caótico para ellos. En pocas palabras, tratan de hacerse con un elemento que los represente, y el hecho de coleccionarlo mejora su autoestima, procurándolos un sentimiento de autorealización. Hay psiquiatras que recomiendan esto, pues fomenta la perseverancia y el perfeccionismo.