Desde hace décadas, los fármacos administrados por vía oral constituyen una opción preferente por los pacientes para el tratamiento de diversas enfermedades y patologías, ya que son fáciles de ingerir, indoloros y relativamente rápidos. Éste es también el formato elegido para tratar a los afectados por el virus del VIH. Sin embargo, a pesar de haber demostrado una buena eficacia, cualquier medicamento que se ingiere oralmente debe pasar por el estómago, los intestinos y otros órganos antes de alcanzar el sitio de infección, provocando efectos secundarios no deseados y llegando en menor concentración a su destino, ya que va diluyéndose durante su recorrido por la sangre. ¿Qué podemos hacer para solucionar este problema? ¿Hay alguna manera de transferir los antivirales directamente a los depósitos donde se halla el patógeno?
Método revolucionario contra virus
Los virus infectan otros organismos con el fin de multiplicarse dentro de las células de éstos. Se aprovechan de estas estructuras para sobrevivir e invadir una célula tras otra, haciéndose con el control del organismo poco a poco. El de la inmunodeficiencia humana es uno de los virus que más muertes ha provocado en todo el planeta, ya que ataca al sistema inmunológico, debilitándolo y haciéndolo vulnerable ante otras infecciones. Por ello, año tras año se emprenden nuevas líneas de investigación para la prevención y el tratamiento de esta enfermedad, como el desarrollo de vacunas, la prometedora inmunoterapia o el actual empleo de láseres como método revolucionario contra el SIDA.
En 2007, el investigador Kong-Thon Tsen de la Universidad Estatal de Arizona y sus colegas llevaron a cabo un experimento para averiguar si era posible inactivar virus y bacterias de manera directa, y evitar así los efectos secundarios que conllevan otros tratamientos, como los de vía oral. En su estudio, emplearon los llamados láseres de femtosegundos, que programaron para atacar específicamente a virus o bacterias sin dañar a las otras células. Esta tecnología permitió a los investigadores encontrar un nivel de vibración a partir del cual se destruía la capa de proteínas que envuelve a los microorganismos, dejando estos patógenos inactivos pero respetando a la vez las células sanas del cuerpo.
Pequeño pero potente
Años más tarde, en 2013, Patience Mthunzi, una científica experta en láseres del National Laser Centre en Sudáfrica, decidió dar un paso más en la lucha contra el virus del VIH, en vista de la eficacia que el láser había demostrado a la hora de inactivar microorganismos. En vez de utilizar la técnica para atacar la capa de proteínas, ¿por qué no emplearla para un rápido y directo suministro del fármaco antiviral? Esta fue la pregunta que Patience se planteó, y que dio lugar a un nuevo experimento.
En esta ocasión, con un láser muy pequeño pero potente, se perforaron células infectadas por el virus que se encontraban sumergidas en una solución líquida con el medicamento. Así, las células pudieron absorber el fármaco en cuestión de microsegundos, mediante un pequeño agujero originado por el láser que las atravesó. Además, el agujero fue reparado por las propias células casi automáticamente.
Gracias a los positivos resultados que se lograron, se diseñó un dispositivo con el que ya contamos hoy en día. Se trata de un aparato formado por tres cabezas: un láser, que permite practicar una incisión en el sitio de la infección; una cámara, para localizar dicho sitio y desplazarse por él, y un dispersor que inyecta rápidamente el medicamento en las células infectadas. A pesar de que aún no se ha probado en humanos, la técnica de administración del fármaco por láser supondría una forma de erradicar el virus del VIH por completo, una meta perseguida por la medicina desde hace años, y que podría estar más cerca de lo que creíamos.