Cada vez se está acorralando más a la diabetes tipo 1. Numerosos estudios publicados a lo largo de este año han mostrado que se puede combatir desde la base la diabetes aunque se necesita tiempo para que estas líneas terapéuticas sean más efectivas. Hace poco se habló en Medciencia sobre una nueva línea de ataque contra la diabetes tipo 1 basada en la proteína CD52, capaz de suprimir la respuesta anómala del sistema inmune que ocurre en las personas que padecen esta enfermedad.
Ahora, un nuevo estudio publicado en Science Translational Medicine, realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Stanford (EEUU), revoluciona la lucha contra este tipo de diabetes desde un enfoque más novedoso mediante el desarrollo de una vacuna prometedora.
Recordemos que, aunque existen muchos proyectos que están intentando crear una vacuna, actualmente no existe ninguna de ellas aprobadas para el tratamiento de la diabetes tipo 1, por lo que el tratamiento se basa únicamente en inyecciones de insulina que fue descubierto hace más de 90 años. Por tanto, el descubrimiento de una vacuna verdaderamente efectiva contra la diabetes revolucionaría la terapia de esta enfermedad hasta tal punto de poder erradicarla en un futuro.
Dejando a un lado estas suposiciones y basándonos en los resultados empíricos que sí los hay, se ha desarrollado una vacuna que se ha inyectado a 80 pacientes con diabetes tipo 1. La vacuna no es una normal y corriente, sino que además de proteínas, moléculas necesarias para modular la respuesta inmune del receptor, también contiene ADN. ¿Y por qué es tan importante este trocito de ADN en la vacuna? Aquí está la clave del estudio, y es que el ADN contiene una parte del gen de la proteína proinsulina (precursora de la insulina) para crear una clase especial de células inmunes que combatan contra el aumento de linfocitos CD8, que se cree que son los responsables de la destrucción de las células beta-pancreáticas productoras de insulina.
La vacuna se inyectó por vía transmuscular semanalmente durante tres meses para, posteriormente, comparar los niveles del péptido C con un grupo placebo. El péptido C es un marcador que indica la cantidad de insulina que el propio organismo está sintetizando, por lo que cuanto menor sean sus niveles, mayor será la destrucción de las células productoras de insulina. Se realizaron análisis de este péptido antes de la administración de la vacuna, a las 5 semanas de haber recibido la vacuna, a las 15; a los 6 meses, 9, 12, 18 y 24.
Los resultados fueron extraordinarios: aquellos a los que se les había administrado la vacuna había mayores niveles del péptido C , por lo que la destrucción de las células productoras de insulina había sido menor. Nunca antes se habían obtenido unos resultados como estos, de ahí que haya habido mucho júbilo entre el equipo de investigación.
“Estamos muy emocionados con este trabajo, ya que indica que es posible actuar solo sobre un grupo de células inmunes disfuncionales, sin ‘tocar’ todo el sistema inmunológico”, explican los investigadores.
No obstante, hay un PERO: a las dos semanas de haberse suspendido el programa, los efectos beneficiosos empezaron a perder fuerza, por lo que se deben realizar más estudios para confirmar los resultados obtenidos.
“Deben realizarse más ensayos, más amplios y de duración más larga que confirmen nuestras conclusiones”, advierte el equipo.
Conclusiones
Aunque estos resultados necesitan confirmarse con nuevos estudios, este ensayo clínico ha permitido confirmar que se puede actuar específicamente en la parte del sistema inmune que actúa de manera anómala sin comprometer la funcionalidad de todo el sistema, un gran avance que deja entrever que sería posible fabricar una vacuna eficaz conforme avancen estas líneas de investigación que se acaban de abrir.
En definitiva, no es tanta suposición, como ya comentaba en un párrafo anterior, que de aquí a un futuro no muy lejano esté disponible el primer prototipo de vacuna contra la diabetes tipo 1. Es solo cuestión de tiempo.
Fuente: El Mundo