El profesor de genética de la Universidad de Oxford, Bryan Sykes, podría haber hallado por fin la identidad del enigmático hombre de las nieves. El investigador ha empleado las últimas técnicas en genética para estudiar el ADN de dos muestras de animales desconocidos: una hallada en la región de Ladakh, en el Himalaya occidental, y la otra en Bután, a más de 1.200 km de distancia de la primera.
Las muestras, al fin y al cabo, se trataban de pelos que se desconocía de qué animales podían proceder. Tras los exhaustivos análisis de ADN, se descubrió que coincidía en un 100% con la muestra de una mandíbula de un ancestro del oso polar de las islas Svalbard, en Noruega, un animal que vivió hace al menos 40.000 años, justo cuando el oso polar y el oso pardo se diferenciaron como especies.
“El resultado de la investigación establece que las dos muestras son genéticamente idénticas a una especie de oso polar localizado antiguamente en Svalbard, Noruega. El resultado ha sido sorprendente e indica que osos polares y de pelaje marrón se han cruzado en territorios comunes durante miles de años generando especies de híbridos”, explica el profesor Bryan Sykes.
En resumen, se cree que el misterioso yeti podría ser en realidad osos híbridos que son el resultado de cruces entre osos polares y osos pardos. De hecho, esta subespecie podría estar habitando en el Himalaya en estos momentos y ser el autor de los característicos sustos a los exploradores y alpinistas de la zona que afirman con rotundidad habérselo encontrado cara a cara siempre, además, con ciertas vaguedades que son el sello de identidad de las posteriores especulaciones que alimentan vivamente la leyenda.
Podría ser el final a seis décadas de misterio desde que empezó la persecución al hombre de las nieves. Concretamente, la búsqueda comenzó en 1951 cuando una expedición al Everest regresó con una series de fotografías que mostraban unas huellas impresas sobre la nieve de un pie de proporciones gigantescas.
Los británicos han seguido muy de cerca las distintas pruebas que eran atribuidas al abominable hombre de las nieves. Recientemente, el año pasado, se concluyó que el dedo guardado desde 1959 en el Colegio de Cirujanos de Londres es de ser de humano en lugar de pertenecer al yeti como confirmaban los lugareños.
Por tanto, ni el dedo ni las muestras de cabello han sido capaces de confirmar la existencia del yeti, de esa criatura enorme y peluda parecida al ser humano como bien el imaginario colectivo lo retrata. Sin embargo, cabe destacar que aunque los resultados se nos muestren como concluyentes y absolutos, Sykes enfatizó que todavía queda mucho trabajo por hacer en la interpretación de los resultados. Sea cual sea el desenlace final de esta historia:
“El resultado ha sido impresionante e inesperado”, finalizó Sykes.
Fuente: El Mundo