En pasados artículos de nuestra sección de animales curiosos, os hemos hablado de un pequeño crustáceo capaz de desaparecer, un pez que podía hacerle frente incluso a un tiburón con ayuda de sus asquerosas mucosidades y un pájaro de plumas venenosas. Todos ellos poseen alguna cualidad que los hace dignos de esta sección y, por supuesto, el ejemplar de hoy no podía ser menos. En este caso no es venenoso, ni transparente, ni nada, pero se parece a un personaje de La Guerra de las Galaxias y, como además de científicos somos muy frikis, eso es motivo más que suficiente para entrar en la sección. Hoy os presentamos al Murciélago Yoda.
¿Qué se sabe de este murciélago?
Nyctineme papuanus, más conocido como Yoda, es un murciélago de nariz tubular endémico de Papúa Nueva Guinea y descubierto recientemente, en 2009, por lo que aún se encuentra en fase de investigación. Sin embargo, ya se saben algunas cualidades suyas bastante curiosas. Como sabéis; los murciélagos, por lo general, ubican su situación a través de la ecolocalización. Este proceso consiste en la emisión de sonidos característicos que servirán para identificar el ambiente a través del análisis del eco. Es un proceso muy útil, utilizado también por otros tipos de mamíferos; sin embargo, el murciélago Yoda usa sus propios métodos. No, no, no lo hace a través de la Fuerza, al menos que se sepa de momento. En realidad no necesita la ecolocalización porque dispone de unos grandes ojos que le aportan la visión estereoscópica necesaria para moverse y conseguir las frutas de las que se alimenta.
Con las alas abiertas, mide más de un metro y medio de longitud, aunque no pesa más de un kilogramo por lo general.
En cuanto a su nombre, es cierto que hay que echarle un poquito de imaginación, pero algo sí que se le parece a Yoda.
Una vez más podemos sacar varias conclusiones después de leer un poco sobre nuestro animal curioso de hoy. En primer lugar, que Papúa Nueva Guinea esconde una inmensidad de especies interesantes que seguro que nos irán sorprendiendo a medida que vayan apareciendo. Y, en segundo lugar, que la ciencia y el frikismo no paran de dar muestras de lo bien relacionados que están. No me digáis que no.