Estoy seguro de que a ninguno de vosotros os resulta extraño este término después del bombardeo mediático que ha recibido la “superluna” estos últimos días. Informativos, periódicos, blogs… miraras donde miraras hablaban de ella justo por las mismas fechas, animando a todos los lectores/espectadores a salir a la calle a ver ese maravilloso fenómeno que tenía lugar la noche del 22-23 de junio. Pero, ¿qué es realmente la “superluna”?
La superluna es un fenómeno que hace que desde la Tierra veamos nuestro satélite más grande y brillante de lo habitual. Pero, a pesar de lo que la espectacularidad de su nombre parezca indicar, es algo bastante común: suele ocurrir varias veces al año.
Esto tiene lugar porque la Luna se sitúa, bien en su fase llena o bien en su fase nueva, en alguno de los puntos de su órbita que más cercanos están a la Tierra, concretamente en uno de los puntos que se encuentra como mucho al 90% de la distancia máxima entre ambos cuerpos. Como excepción, están los días en los que coinciden exactamente el perigeo (punto en el que más cerca se encuentran) y una de las fases en las que está completa, en las que el nombre que recibe es simplemente luna llena/nueva del perigeo, que da la casualidad de que es lo que ocurrió este mes. En estas ocasiones es cuando más y mejor se aprecia este fenómeno.
Como dato curioso, he de decir que el origen de este nombre proviene de la astrología (esa rama de lo místico que dice que tu personalidad y tu destino vienen determinados por tu signo del zodíaco y por la posición de la luna y las estrellas). El término astronómicamente aceptado es “perigeo-sicigia”, que como podéis notar no es ni tan fácil de recordar ni tan llamativo.
Después de la explicación, ha llegado el turno de “desmontar el mito”. Y es que, tal y como nos lo venden los medios, mucha gente suele esperar encontrarse con algo así:
Cuando, realmente, la superluna es algo más parecido a esto:
Como podéis apreciar en la segunda imagen, la diferencia es más bien minúscula, y eso que en ella se comparan la Luna en sus puntos máximo y mínimo, que es cuando más notable es el cambio de tamaño. ¿Qué pretendo decir con esto? Pues que sí, el fenómeno existe, pero estamos vendiendo humo si lo anunciamos a bombo y platillo como una “Superluna”. Citando textualmente a Neil deGrasse Tyson, el famoso divulgador, “está bien que la llamemos superluna, siempre y cuando llamemos “Superpizza” a una pizza de 13 pulgadas si consideramos normal una pizza de 12 pulgadas”. La diferencia entre la que pudimos encontrar estos días y una luna normal es de aproximadamente un 10%, algo que es prácticamente inapreciable para el ojo humano. Como mucho, podría notarse el aumento de su brillo, que será un 30% superior a la media, pero tampoco es algo que vaya hacer fulgurar en exceso el cielo nocturno. No obstante, ¡eso no quita que podamos disfrutar de la luna llena! Simplemente, recordad que no porque la de esta pasada noche fuera súper significa que todas las otras lunas llenas del año sean menos bellas y admirables.