Que la belleza está en el interior es algo que buenamente aceptamos como podemos en una sociedad en la que el bombardeo diario sobre la condición física de los seres humanos nos dice que debemos menospreciar el olor de nuestra boca, axilas, pies y hasta genitales, como decía Wayne W. Dyer en su libro Las zonas erróneas. Es un punto exagerado e incómodo, pero no podemos negar que el antienvejecimiento y todo aquello que lo promueve son plato del día de nuestras vidas. Desde la cirugía a los liftings, pasando por las cremas antienvejecimiento, se nos ofrecen mil y una opciones para que nuestra juventud se alargue cuanto más tiempo, mejor.
¿Y si nos dijeran que la mejor forma de curar las heridas y de regenerar la piel es usar nuestras propias células? Pues así podría ser, según un equipo del Kings College de Londres. Por primera vez se han identificado las propiedades únicas de dos tipos diferentes de células de la piel, los fibroblastos: las primeras son necesarias para el crecimiento del cabello y las segundas son responsables de la reparación de heridas cutáneas. La investigación se ha publicado en la prestigiosa revista Nature, y podría facilitar la investigación de tratamientos antienvejecimiento destinados a la regeneración de la piel.
Los fibroblastos son las células principales de la piel. Son los encargados de fabricar las fibras de elastina (encargada de proporcionar resistencia) y de colágeno (el componente más abundante de la piel y de los huesos). Hasta ahora se pensaba que todos los fibroblastos pertenecían al mismo tipo de células. Sin embargo, según los resultados de este trabajo (realizado en ratones pero extrapolable en humanos, según los científicos) parece ser que hay al menos dos tipos distintos de fibroblastos: los de la capa superior de tejido conectivo (necesarios para la formación de los folículos pilosos), y los de la capa inferior (responsables de la fabricación de la mayoría de las fibras de colágeno de la piel y de la reparación de la piel dañada).
Asimismo, el trabajo muestra que es posible aumentar el número de estos fibroblastos mediante señales de la epidermis suprayacente (la capa superior de la piel). Este incremento produce los folículos pilosos que se forman durante el proceso de cicatrización de las heridas. Esto es clave, y según los científicos podría conducir a tratamientos para paliar el envejecimiento de la piel y para tratar las cicatrices. Ello es muy importante, puesto que según los investigadores los cambios en el grosor y la composición de la piel a medida que envejecemos hacen que la piel vieja sea más propensa a las lesiones y tarde más tiempo en sanar. Y es posible que esto no sea más que el reflejo de una pérdida de fibroblastos dérmicos superiores. En resumen: podría ser posible restaurar la elasticidad de la piel mediante la búsqueda de formas de estimular el crecimiento de estas células. Al parecer, este enfoque también podría estimular el crecimiento del cabello y reducir las cicatrices.
Lógicamente, al ser un estudio en ratones, los investigadores subrayan la necesidad ensayos clínicos para examinar la eficacia de la inyección de diferentes tipos de fibroblastos en la piel de los seres humanos. De todos modos, recalcan el paso importante en la comprensión de cómo se repara la piel después de una lesión y cómo ese proceso se vuelve menos eficiente a medida que envejecemos.
Fuente | ABC
Imagen | Chris Costes