Existen hábitos saludables (hacer deporte, llevar una dieta equilibrada, leer…) y otros hábitos que no lo son tanto (tabaquismo, alcoholismo o drogadicción en general). En su día os explicamos cómo formar buenos hábitos. Pero, ¿y si queremos acabar con un hábito poco saludable? ¿por qué nos cuesta tanto?
Un reciente estudio llevado a cabo por la Universidad de Duke y publicado en la revista Neuron podría tener la respuesta.
¿Cómo se forman los hábitos a nivel cerebral?
Según estos investigadores, los hábitos pueden llegar a dejar tal huella a nivel cerebral que, sin poder evitarlo, seguimos alimentando el hábito de forma inconsciente, pues nuestro cerebro directamente pone el piloto automático.
En primera instancia, la pregunta lógica sería: ¿Cómo se forma un hábito?
Para descubrir la respuesta, Nicole Calakos y sus colegas de Duke entrenaron a ratones sanos para formar un hábito respecto al azúcar: Al presionar una palanca, se les hacía llegar pequeñas piezas del dulce elemento. Algunos de estos animales llegaron a formar tal costumbre que se volvieron adictos, presionando continuamente la palanca aunque ya no quedaban piezas azucaradas.
Se comparó a los ratones que habían formado hábitos con aquellos que no llegaron a hacerlo, estudiando la actividad cerebral de sus ganglios basales cerebrales (una compleja red cerebral que controla las acciones motoras y los comportamientos compulsivos, como la drogadicción). Resultó que esta área cerebral se encontraba activa tanto para la estimulación como para la inhibición de las acciones, algo paradójico, pues si se intensifica la inhibición supuestamente no deberían formarse los hábitos ni las adicciones.
¿Cómo romper un hábito?
Ahora que sabemos que la culpa de la formación de los hábitos y las adicciones la tienen los ganglios basales cerebrales, y que la huella que se forma es verdaderamente complicada de modificar: ¿Qué podemos hacer al respecto?
En este caso, los investigadores intentaron romper los hábitos de los roedores del experimento recompensándolos cuando dejaban de presionar la palanca, llegando a producir una disminución de la estimulación en los ganglios basales. Por desgracia, el cerebro humano es otra historia, pues nuestra área cerebral es mucho más compleja y controla muchas más funciones.
Actualmente, y según comenta Calakos, se está investigando alguna forma de tratamiento de las drogadicciones mediante estimulación magnética transcraneal, algo que anteriormente se intentó mediante técnicas de optogenética.
Por desgracia, actualmente aún dependemos de técnicas farmacológicas y mediante el uso de psicoterapia. De momento la estimulación cerebral es tan solo una opción futurista, pero poco viable, a falta de contrastar su seguridad en humanos.
Vía | Medical Daily.
Fuente | Neuron.