Que no cunda el pánico: el enfado no es un trastorno mental. Sé que tengo por costumbre escribir sobre ellos, pero no es el caso. Todo el mundo se enfada, incluso los mosquitos. Sé de uno que se disgustó mucho conmigo cuando intenté atestarle un zapatillazo. Se escondió, me hizo creer que se había ido, y en cuanto me pilló desprevenida, se montó un botellón a mi costa (o a la de mis glóbulos rojos, para ser exactos).
El enfado constituye una emoción que aparece de forma automática en la que indicamos que no nos gusta una determinada situación. En pocas palabras, es una respuesta desagradable que se da ante un estímulo desagradable. Puede estar acompañado por manifestaciones físicas, como aumento de la frecuencia cardíaca o presión arterial, así como niveles de adrenalina y noradrenalina elevados. Por eso muchos piensan que el enfado también supone un mecanismo de defensa ante algo que nuestro subconsciente percibe como una amenaza.
Algunas personas incluso fruncen el ceño y se vuelven agresivas. Aún así, hay veces en las que nos sentimos enfadados sin motivo aparente, por lo que también se cree que puede tratarse de una forma de liberación de estrés o exceso de emociones, aunque esto, una vez más, es subjetivo. Personalmente, pienso que hacer un par de sudokus puede calmar la ira de cualquiera, pues pones la mente en otra parte y te sumerges en el mundo lógico, alejado del emocional (un ámbito mucho más caótico y complicado). Pero hay quien piensa que es más sencillo pegarse con alguien. Para gustos colores.
Esquemáticamente, los psiquiatras han diferenciados dos tipos de enfado:
- Enfado pasivo: se manifiesta de diversas formas; para que se entienda, te dedicas a ignorar a la persona/situación con la que estás enfadado (haciendo el vacío, evitando conflicto…). No respondiendo, vaya. Manifiestas tu decepción alejándote del problema. Sé de gente que se vuelve incluso obsesiva, calmando su rabia ordenando compulsivamente su habitación, comprobando cosas constantemente, etc. También hay individuos muy sumisos que se echan la culpa a ellos mismos o se disculpan cientos de veces para aplacar su inquina.
- Enfado agresivo: destruyes objetos, amenazas directamente a la gente e incluso agredes, manifiestas comportamientos maníacos como andar o hablar demasiado rápido, te vuelves totalmente imprevisible, buscas venganza, negándote a perdonar, reviviendo memorias negativas…
Las causas del enfado son varias y, como he comentado anteriormente, difieren entre un individuo y otro. Uno puede enfadarse porque se siente ofendido, o porque la situación que vive en ese momento no le gusta. A veces, el enfado va acompañado por pena, rabia, compasión… sería muy raro que esta emoción cursase sola.
Se ha comprobado que el enfado, si se experimenta individualmente, nos hace pensar de manera más optimista. Aprendemos a minimizar los peligros que nos rodean, y adquirimos una especie de ceguera para detectar riesgos. Por eso es muy peligroso tomar decisiones cuando estamos enfadados, porque pueden resultar demasiado osadas y las repercusiones pueden ser negativas. Por otro lado, el enfado entre grupos de individuos nos hace ser más negativos. Tenemos muchos más prejuicios, confiamos menos en los demás, y nos cuesta más percibir las buenas cualidades de nuestros oponentes. Contrariamente a lo que se pensaría, se ha visto que el grupo más “fuerte” de personas enfrentadas tenderá a sentir más rabia que el más “débil”.
Finalmente, cabe mencionar que la supresión del enfado podría tener efectos negativos, tales como un síntoma físico o un incremento de la propia emoción que puede resultar en una explosión de rabia en la que nos volveríamos extremadamente violentos. Hay que tener cuidado con esto, pues en ocasiones nos volvemos tremendamente irracionales y no reparamos en la gravedad de nuestros actos.
Así que ya sabéis, a hacer sudokus todos.