¿Por qué nos reímos cuando nos hacen cosquillas?

Hoy me he enterado de que España cuenta con el primer centro de cosquillas relajantes del mundo. En él, las cosquillas constituyen un nuevo método de relajación que consiste en un masaje muy suave con las yemas de los dedos que termina con plumas. Según los trabajadores del centro, las cosquillas que se realizan inciden en el sistema nervioso y logran el relax del cliente desde el primer momento, que llega, incluso, a adormilarse.

Pero, ¿qué son las cosquillas? Como decía Robert Provine, profesor de psicología y neurociencia en la Universidad de Maryland (entrevista), las cosquillas son probablemente la forma más antigua y segura de estimular la risa, y una de las primeras formas de comunicación que existen entre la madre y el bebé. Requieren la presencia de otra persona (después explicaremos por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos), liberan tensiones y generan vínculos entre dos miembros; de hecho, las cosquillas no son exclusivas de humanos, puesto que también se encuentra entre los chimpancés, por ejemplo.

Las cosquillas son percepciones. Al sentir una leve caricia, los receptores sensoriales de la piel envían señales a las regiones del cerebro encargadas de procesar el sentido del tacto (corteza somatosensorial) y las sensaciones agradables (corteza cingulada anterior). La respuesta a ello es la agitación, la risa, la emoción o los gritos. Cuando las cosquillas son moderadas, producen placer. Cuando su intensidad es excesiva, pueden ser incluso molestas.

Las cosquillas llegan a tal grado de constituir una percepción que incluso antes de que nos toquen podemos sentir ya las cosquillas y ponernos a reír. ¿Quién no se visualiza diciendo a alguien, en algún momento de su vida: “para, para, para, no me toques”? ¡Y eso sin tocarnos!

Acción defensiva

En realidad, como revelaron investigadores de la Universidad de Tubinga (Alemania) hace un tiempo, las cosquillas constituyen una reacción de autodefensa del organismo, diferente al que se activa en otros tipos de diversión que también provocan el acto de reír. Así, constituye un acto más bien primitivo parecido al que se activa cuando una cosa nos da miedo y nuestro cuerpo se pone en estado de alerta. A la hora de gestionar todo este proceso, el cerebro funciona de manera automática.

Es por este motivo que es casi imposible hacernos cosquillas a nosotros mismos, porque lo convertimos en algo voluntario y previsible. De algún modo, las consecuencias sensoriales son bien predichas por el cerebro a partir de los comandos motores. Como consecuencia, no hay sorpresa y nuestro cerebro no da las mismas señales de alerta a nuestro organismo, que permanece relajado.

Respuesta: la carcajada

Los investigadores alemanes mencionados anteriormente concluyeron en su investigación que la parte del cerebro que se activa con el cosquilleo es la que se anticipa al dolor. Así pues, ¿hasta qué punto sentimos placer o dolor? Es por ello que la continuidad en hacer cosquillas de manera intensa acaba por provocar un malestar importante, porque comienzan a producir dolor. O, del mismo modo que nos hacen reír, nos pueden molestar. Otros expertos aseguran que las cosquillas nos hacen reír por la interpretación que hacemos de ellas.

Fuente | 20 minutos, El Mundo, RTVE

Imagen | cristian (Flickr)

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