Si la semana pasada hablábamos de uno de los más firmes candidatos a llevarse un premio Nobel este año, hoy le toca al científico que les ha dado nombre. Y es que Alfred Nobel, a pesar de que es conocido mayoritariamente por los premios y por la invención de la dinamita, esconde una historia bastante trágica e interesante.
Vida
Nacido en Estocolmo en 1833, Alfred era el cuarto de ocho hermanos. No obstante, ya de pequeño su familia sufrió tragedias que muy pocos desearían: solo tres sobrevivieron a su infancia.
En 1837 su padre, que se había arruinado pocos años antes, se mudó a San Petersburgo y fundó allí un taller de explosivos, negocio que acompañaría a la familia durante toda su vida. La familia no volvería a reunirse hasta cinco años más tarde, cuando todos siguieron los pasos de su padre y se mudaron con él.
Con 17 años empezó a recibir clases privadas del químico Nikolay Zinin, para irse un año más tarde a trabajar a París bajo la tutela del ingeniero sueco John Ericsson.
Después de esto llegó la época de gran bonanza económica para los Nobel: durante la Guerra de Crimea (que enfrentó al Imperio Ruso contra una alianza formada por Reino Unido, Francia, Italia y el Reino de Piamonte y Cerdeña, y que recibe su nombre de la península en la que tuvo lugar la mayor parte de la batalla) la necesidad de armamento disparó la demanda de explosivos, aportando unos enormes beneficios a la pequeña empresa familiar. No obstante, todo lo que sube baja, y al terminar la guerra tuvieron que declararse en bancarrota al no poder recuperar el ritmo anterior de venta.
Poco después, en 1864, tuvo lugar la tragedia que marcaría la vida y los futuros inventos de Alfred Nobel: un cobertizo en Helenberg, Estocolmo, que se utilizaba para la preparación de nitroglicerina explotó matando a 5 personas, entre las que se encontraba Emil Nobel, el menor de los hermanos.
Dinamita y explosivos
Los inventos de Alfred habían girado siempre entorno al negocio familiar: los explosivos. En 1863 obtuvo la primera patente del uso industrial de la nitroglicerina, e inventó un detonador para poder controlar y activar la explosión a distancia.
Un año más tarde, a raíz de la muerte de su hermano, Nobel se propuso inventar un explosivo que pudiera manipularse de forma segura para conseguir así reducir el número de accidentes y de víctimas provocadas por ellos. Y aunque pudiera parecer una meta difícil de alcanzar, no necesitó más que dos años para conseguirlo.
En 1866, descubrió la existencia de un tipo de tierra (la Diatomita) podía absorber grandes cantidades de nitroglicerina mientras seguía siendo algo completamente seguro y no había riesgo alguno durante su manejo; podía incluso modelarse para formar barras u otras formas. No obstante, incluso siendo segura, conservaba el poder explosivo de la nitroglicerina, pero explotando solamente mediante el uso de detonadores químicos o eléctricos. Ni siquiera explotaba al ser golpeada o quemada. Nobel registró la patente al año siguiente, creando lo que conocemos como “Dinamita”.
La invención de la dinamita permitió la mejora de muchas tareas pertenecientes al mundo de la construcción, la minería y la ingeniería, que podían realizarse con mucha más sencillez y sin tantos riesgos como antaño. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce: también el sector militar se vio beneficiado por los inventos de Nobel, provocando que el sueco se ganara el apodo de “Mercader de la muerte”.
Premios Nobel
Con los beneficios obtenidos mediante sus inventos, Alfred invirtió en pozos de petróleo a lo largo del mar Caspio, con lo que consiguió aumentar aún más su fortuna (que llegó a alcanzar los 33 millones de coronas, que equivaldrían a unos 25 millones de euros en la actualidad). Pero, atormentado por los remordimientos de todas las muertes y pérdidas que podrían haberse ocasionado con sus inventos (a pesar de que no era el uso que él quería que se les diera), decidió que tras su muerte donaría una gran parte de su fortuna a algo que ayudara no sólo a los inventores de su mismo campo o país, sino a toda la comunidad científica.
Su idea definitiva la plasmó en su testamento, poniendo los cimientos de los famosísimos hoy en día Premios Nobel. Este es el texto íntegro:
La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios entre aquéllos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad.
Dichos intereses se dividirán en cinco partes iguales, que serán repartidas de la siguiente manera:
- Una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento o el invento más importante dentro del campo de la Física.
- Una parte a la persona que haya realizado el descubrimiento o mejora más importante dentro de la Química.
- Una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento más importante dentro del campo de la Fisiología y la Medicina.
- Una parte a la persona que haya producido la obra más sobresaliente de tendencia idealista dentro del campo de la Literatura.
- Una parte a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz.
Los premios para la Física y la Química serán otorgados por la Academia Sueca de las Ciencias, el de Fisiología y Medicina será concedido por el Instituto Karolinska de Estocolmo, el de Literatura, por la Academia de Estocolmo, y el de los defensores de la paz por un comité formado por cinco personas elegidas por el Storting (Parlamento) noruego. Es mi expreso deseo que, al otorgar estos premios, no se tenga en consideración la nacionalidad de los candidatos, sino que sean los más merecedores los que reciban el premio, sean escandinavos o no.
Como dato curioso, hay que decir que este nombramiento produjo gran revuelo en las asociaciones nombradas, puesto que Nobel decidió que harían de jurado de las distintas pruebas sin consultarlo antes con ellas. Pero, tras un tiempo de deliberación, todas las instituciones aceptaron. ¿Quién sabe qué habría pasado si alguna se hubiera negado en su momento? ¿Nos habríamos quedado sin premio Nobel de Física o de Literatura?
Puede que os hayáis dado cuenta de que en el testamento no dice nada sobre el premio Nobel de Economía, que en la actualidad se entrega. Este premio decidió añadirlo en 1968 el Banco Central de Suecia (Sveriges Riksbank), así que no puede considerarse un Premio Nobel de forma oficial (de hecho, la familia actual del inventor no lo acepta como tal).
Si os interesa, podéis comprobar los ganadores de todos los premios de todas las categorías desde el año de su fundación, en 1901, en el siguiente enlace.
Antes de terminar, como curiosidad también, cabe indicar que su apellido no se pronuncia /Nóbel/ como lo hacemos la mayoría, sino que la sílaba tónica recae al final y se pronuncia /Nobél/.
¡Y hasta aquí llega el especial sobre Alfred Nobel de esta semana! ¿Qué os ha parecido su vida y sus motivaciones? Yo desde luego, cuando pensé en escribir sobre él no esperaba que fuera tan interesante. Me ha sorprendido el hecho de que inventara la dinamita para evitar accidentes, teniendo en cuenta que hoy en día lo primero que pensamos al oír hablar de explosivos (o al menos yo) es destrucción y muertes. Desde luego, ojalá todos los científicos se preocuparan tanto por el bien de la humanidad como lo hacía Nobel.
Como siempre os digo, ¡no dudéis en dejar vuestras recomendaciones! Haciendo caso a las sugerencias recibidas hasta ahora, os adelanto ya que pronto tocará un astrónomo, ¡pero hasta aquí puedo decir! ¡No os perdáis la sección la semana que viene para comprobarlo por vosotros mismos!
Fuentes: Wikipedia, Web oficial de los premios Nobel, Universitat de València