Respuesta psicológica a las catástrofes ¿estamos preparados?

Hace unas semanas, fuimos testigos del horrible accidente de tren que tuvo lugar en Santiago de Compostela. Un suceso catalogado como traumático dada su imprevisibilidad, poder devastador e impacto. Varios autores muestran acuerdo al definir trauma como una experiencia que amenaza la integridad física y psicológica de la persona y que conlleva una respuesta traumática. Esta respuesta supone una ruptura de las creencias básicas que mantenemos acerca del mundo como un lugar seguro y del control subjetivo sobre de la propia vida. Creencias que, en condiciones normales, nos permiten mantener un nivel de alerta adecuado y manejable en el día a día.

¿Qué nos ocurre después de un desastre u otro acontecimiento traumático?

La gran mayoría de las respuestas de aflicción y sufrimiento experimentadas y comunicadas por las víctimas son normales, e incluso permiten que nos adaptemos a lo ocurrido. El aumento del nivel de alerta y la negación son respuestas comunes ante los eventos traumáticos, especialmente en los primeros días. Son reacciones normales de protección que nos permiten en un momento dado, conseguir regular nuestras emociones. Esto nos ayuda a aplazar el procesamiento de lo ocurrido y llevar a cabo acciones como el auxilio y el consuelo a otros.

Otras respuestas normales que pueden aparecer son:

  • Los sentimientos se hacen intensos y a veces impredecibles. La persona puede volverse más irritable de lo usual, y su estado de ánimo puede cambiar sin precedentes. Aparece ansiedad o nerviosismo, e incluso depresión.

  • El trauma afecta los patrones de pensamiento y comportamiento. Se pueden tener recuerdos repetidos y vívidos del acontecimiento, como si viéramos imágenes de lo sucedido.

  • Es común la dificultad para concentrarse o tomar decisiones y sentir confusión con mayor facilidad.

  • El sueño y el apetito suelen verse alterados.

  • Nuestras relaciones interpersonales pueden verse afectadas y aparecer una tendencia al distanciamiento y buscar la soledad.

 ¿Estamos preparados?

 Aunque son muchas las investigaciones que se han dedicado a estudiar los efectos devastadores del trauma, son numerosas las que se han dedicado al estudio de la capacidad del ser humano para afrontar experiencias traumáticas e incluso extraer un beneficio de las mismas.

Vivir un acontecimiento traumático es sin duda uno de los trances más duros a los se enfrentan algunas personas, sin embargo, al mismo tiempo supone una oportunidad para tomar conciencia y reestructurar la forma de entender el mundo, que se traduce en un momento idóneo para construir nuevos sistemas de valores, como han demostrado varios estudios científicos en los últimos años. En un estudio realizado tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York se muestra que, si bien tras un mes después de los atentados, el 7.5% de la población presentaba síntomas del trastorno de estrés postraumático, seis meses después este porcentaje había descendido a un 0.6%. Es decir, la gran mayoría de personas había seguido un proceso de recuperación natural donde los síntomas desaparecían y volvían al nivel de funcionamiento psicosocial normal. En otro estudio realizado con supervivientes de accidentes con daños en la médula espinal, se encontró que aunque los accidentados percibían su situación como negativa, referían paralelamente que su sentimiento de felicidad no había desaparecido y que era bastante mayor del que habrían esperado.

Tedeschi y Calhoun han investigado sobre lo que llaman “crecimiento postraumático” encontrando respuestas positivas tras vivencias traumáticas que clasifican del siguiente modo:

1) Cambios en la percepción que se tiene de uno mismo: sentirse más fuerte, más reafirmado en uno mismo, con más experiencia y más capacidad de afrontar dificultades futuras.

2) Cambios en las relaciones interpersonales: familia o el grupo de allegados se une más alrededor de la desgracia. La necesidad de compartir lo ocurrido, de discutirlo y buscarle explicación puede llevar también a algunas personas a abrirse más y a compartir sentimientos cuando nunca antes lo habían hecho, a aceptar la ayuda de los demás y a utilizar por primera vez el apoyo social.

3) Cambios en la filosofía de la vida: se aprecia más lo que se tiene, se valoran más los detalles y la vida a partir de la amenaza de perderla bruscamente o al observar la muerte de otras personas. Un porcentaje importante de personas cambia su escala de valores, sus prioridades y se toma la vida de un modo más sencillo disfrutando más de las cosas.

Nietzsche ya lo decía:Lo que no te mata, te hará más fuerte…así que ¡mucha fuerza para todos!

Fuentes: American Psychological Association; Papeles del Psicólogo; Psychological Inquiry.

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