Todos conocemos a esa persona que cuando nos la cruzamos por la calle la evitamos, que nadie quiere invitar a las quedadas de amigos o a la que evitamos cogerle el teléfono. Hoy vamos a clasificar los tipos de personas que nos sacan de quicio en grupos y dar algunos consejos para lidiar con ellas (si no te queda más remedio).
Las personalidades difíciles
Pues son unas cuantas, ¿el problema? Que ellos no ven el problema, suelen ignorar lo pesados que son así que de nosotros depende tratar con ellos, porque, asumámoslo, ellos no van a cambiar, de hecho probablemente piensen que el problema lo tienen los demás o no entiendan porque la gente les evita. Son prototipos clásicos pero seguro que identificas a algún conocido con algún rasgo.
1. El compañero hostil: Este (como define el título) es hostil, luego reaccionará muy mal a críticas y ataques así que procura comunicarte con él con tacto y delicadeza. Son personas que reaccionan muy mal al ser tratadas injustamente así que siempre primero, procura cerciorarte de que se ha sido justo con ellos. Sé educado al hablar y evita hablar de temas conflictivos. A la vez que evitas enfadarles procura no mostrarte débil, miedoso o evitativo, esto puede incitarles también. No cedas la balanza a su favor pero tampoco incites su agresividad. El truco es quedarse en un punto medio con ellos, ya que los extremos les activan.
Lo más útil es desviar la atención de la persona hacia una tarea importante o hacia otro tipo de conversación sobre el problema (una conversación más calmada). Es útil utilizar cosas o intereses en común que tenéis con ellos. Casi cualquier cosa que le distraiga de su ira es una buena estrategia.
No sirve de nada ser agresivos con ellos, esto les vuelve aún más agresivos y no conseguirás nada. A este tipo de personas es mejor evitarlas cuando están bebiendo alcohol pues suele aumentar su agresividad.
Procura utilizar un tono de voz calmado, un lenguaje corporal no agresivo. Reconoce que a la persona se le ha contrariado o al menos reconoce sus sentimientos, pídeles que se expliquen y escúchales sin contradecirles, luego explica tú tus sentimientos sin culparles, muestra que te importa pero definiendo unos límites claros a conductas violentas.
En cualquier caso, si la otra persona no se calma, podemos retirar nuestra atención y comunicarle que continuaremos con la conversación en otro momento, cuando ambos estemos calmados.
2. El quejica crónico: Ese que siempre le encuentra pegas a todo, siempre culpa a los demás, que siempre saben lo que hay que hacer o se debería haber hecho (pero que nunca lo hacen ellos mismos). A veces pueden tener razón, pero la queja continua es una técnica que no sirve para nada.
¿Qué hacer? Primero escucharles y pedir preguntas clarificadoras (incluso si te están haciendo sentir culpable o acusándote). PERO no debes disculparte ni mostrarte de acuerdo con lo que dicen, no asumas la responsabilidad ni te sientas culpable, no debes ponerte a la defensiva ni contra-atacar. Opta por una actitud de solución de problemas. Muéstrate serio, reconoce los hechos. Anota los hechos e involucra a otros ( incluso a la persona que se queja) en la búsqueda de nueva evidencia que ayude a llegar a una solución.
Se paciente, pregúntale a la persona sobre la queja, qué cree que debería ocurrir, si se lo ha dicho a la persona en cuestión o si se lo podemos decir nosotros, anímale a hablar con ella y a concertar una cita. Luego planea un momento específico para cooperar en la búsqueda de la solución y hazlo, siempre que puedan cooperar más personas esto será positivo.
3. El súper agradable o que está de acuerdo siempre contigo en todo: Siempre que no implique hacer nada claro. Son estas personas que siempre te sonríen, son súper amigables, te dan la razón en todo pero a la hora de la verdad desaparecen. Es difícil tener una conversación con ellos y es fácil perder la paciencia. Este tipo de personas buscan aprobación. Suelen prometer más de lo que luego dan, pero es la forma que conocen de obtener amor y aprobación del resto, probablemente lo aprendieron de niños.
A estas personas es importante transmitirles que les seguiremos queriendo si nos dicen la verdad, aunque nos lleven la contraria o nos digan que no a algo. Ayúdales a ser sinceros haciendo preguntas guiadas tipo ¿Qué parte de mi idea está bien pero no tan bien como podría estar? (aquí ya asumimos que hay algo que no le gusta por lo tanto el no tiene que decirlo, solo elegir una parte). Ayúdales a evitar hacer promesas que sabemos que no pueden mantener, por ejemplo: ¿Seguro que puedes tener el dinero para el lunes?, ¿No te iría mejor dentro de dos semanas?. Demuéstrales que valoras su amistad. Hazles saber que estas dispuesto a negociar y llegar a un compromiso porque sabes de sobra que ellos serán justos contigo.
Háblales de forma paciente y suave y explícales que necesitas su opinión sincera para poder mejorar y que de hecho te ayudan más de esta manera.
4. El sabelotodo: Aquí podemos encontrarnos dos casos, el que de verdad lo sabe todo y el que lo pretende. En el caso del que lo pretende la estrategia es fácil, basta confrontarle con los hechos pues a menudo no son conscientes de tu desconocimiento. Eso sí, hazlo a solas con la persona y procura ofrecerles una vía para quedar bien. Solo quieren ser admirados.
En el caso del que realmente lo sabe todo lo más probable es que actúe como si se creyera superior al resto e intente hacer sentir estúpidos a los demás. Suelen ser cabezotas e impacientes con las opiniones de los demás. Son autosuficientes y suelen rechazar la ayuda externa. No quieren cambiar. Para enfrentarte a este grupo deberás trabajar en casa primero, procura informarte bien de lo que quieras discutir sino ni tan siquiera tendrán tu opinión en cuenta. Primero escúchales y parafrasea (repite con otras palabras) de forma precisa lo que han expuesto. No ataques sus ideas sino que debes hacer preguntas que guíen a soluciones alternativas (si es él el que la encuentra es más probable que la acepte). Muestra respeto por su competencia pero sin devaluarte, si tú no te valoras el tampoco lo hará. Si tiene la razón deberás aceptarlo y asumir el papel de ayudante o respetar su opinión.
5. El pesimista: Solo ven problemas, dificultades y consecuencias negativas. Son personas enfadadas y amargadas. Acaban por contagiarnos pues remueven la más mínima duda que tengamos dentro y acaban contagiando al resto de su pesimismo. Muestran nula motivación y esperanza.
No discutas con ellos y no intentes inmediatamente ofrecer soluciones a lo que dicen. En lugar de eso lo que hay que hacer es utilizar frases motivadoras que cambien ligeramente el estado mental, demostrarles que hay esperanza y luego promover, entre todos, una tormenta de ideas para llegar a soluciones. Luego pídele que es lo peor que puede pasar eligiendo cada una de las alternativas (este es su momento de hacer lo que hace siempre pero de forma constructiva), siempre comparándolo con la opción de no hacer nada y sus consecuencias negativas. Ábrete a ayuda externa pero prepárate para llevar a cabo la solución solo si es necesario pues los pesimistas no suelen ofrecerse voluntarios.
6. El buenazo-indeciso: A diferencia del súper agradable, el buenazo realmente quiere tomar una decisión correcta que ayude al resto. Suelen ser lentos y retrasar la toma de decisiones por miedo. Procura averiguar que les echa atrás, facilítales la comunicación. Ayúdale a examinar los hechos y buscar alternativas o comprometerse con planes. Apóyale una vez tomada la decisión y premia su buena ejecución del plan.
Interésate por él y pregúntale como se siente. Son personas de las que muchas veces solo sabemos que no quieren contrariar a nadie, pero poco más. Aunque al principio sea muy fácil estar a su lado, con el tiempo nos damos cuenta del problema que es estar al lado de alguien que no manifiesta su opinión ni se posiciona, que no toma decisiones.
Bueno, con esto debería ser más fácil manejar día a día la variedad de personalidades difíciles que nos podemos encontrar, en cualquier caso, interesante sería contemplar que tal vez nosotros estemos en uno de los grupos y en tal caso, podemos corregir nosotros mismos y así ponérselo fácil a los demás, ¡que seguro nos lo agradecerán!
Fuente: PsychCentral, De Psicología.