Esta semana, mientras estudiaba incansablemente, conocí a un chico muy majo que llamó mucho mi atención. Empleo el adjetivo “majo” porque es lo único positivo con lo que puedo elogiarle. Tampoco es que lo conozca demasiado, porque nací unos cuantos años tarde, de modo que no he tenido ocasión de intimar con él en absoluto. Para cuando yo nací, él ya llevaba una temporada criando malvas (eso si, existió, porque hay quien lo califica como un ser mitológico). Tan sólo sé que lo más destacable de este individuo era su físico. Básicamente porque más feo no podía ser, el pobre.
De este modo, se le asignó el nombre de Síndrome de Tersites a un problema mental bastante grave que, contrariamente a lo que se pensaría, afecta a más gente de lo que parece. Este síndrome está estrechamente relacionado con lo que psiquiátricamente se conoce como Trastorno Dismórfico Corporal (TDC para los amigos).
Las posibles causas acostumbran a tener relación con el pasado (gente que no fue respetada, que fue abandonada, etc.) y los síntomas comienzan a aparecer en la adolescencia. Si los síntomas no se tratan, pueden incluso empeorar, de modo que se recomienda la psicoterapia. De lo contrario, es probable que resulte en depresiones y fobia social, y esto no es algo que tomarse a la ligera, porque aproximadamente un 80% de los casos extremos de TDC acaban en suicidio. Los pacientes que lo sufren pasan por un infierno que, aunque nosotros no comprendamos, debemos tener en cuenta a la hora de ayudarlos. Que nosotros no compartamos su punto de vista respecto a ese “defecto” no significa que ellos no se sientan terriblemente desdichados.
El Síndrome de Tersites, así pues, está inspirado en este personaje tan poco agraciado, que encima, por lo que se dice de él, era un imprudente, así que Aquiles lo asesinó. Supongo que esto sería fruto de un enfado (esperemos que no se deba a la superficialidad con la que mucha gente juzga a los demás por su físico), aunque no comparto el punto de vista de Aquiles. Sigo manteniendo que es mejor contar hasta 10 o hacer sudokus.
A lo que iba, el nombre de este trastorno se oficializó en 1962, y la definición alude a “aquellas personas que padecen un real aunque leve defecto físico, pero que al contextualizarse en la búsqueda de la perfección estética impuesta por la sociedad viven su defecto de manera traumática”.