Durante el último medio siglo, la industria alimentaria ha cambiado profundamente la manera en que comemos y, aunque todos conocemos las repercusiones que esto ha traído a nuestra forma física, ahora es cuando nos damos cuenta de las consecuencias que tiene en nuestro bienestar mental.
Las grandes empresas han desarrollado y comercializado productos alimenticios que apelan a nuestras preferencias evolutivas y tienen propiedades adictivas, productos altamente procesados, ricos en grasas y azúcares que han desplazado a gran parte de las frutas, hortalizas y otros alimentos nutritivos que son tan beneficiosos para nuestro cuerpo. Como resultado de estos cambios, se ha producido un espectacular aumento de la proporción de personas con sobrepeso y obesidad en muchos países. Enfermedades no infecciosas comunes, muchas impulsadas por la mala alimentación, son ahora la principal causa de muerte en el mundo.
Y lo peor es que es ahora cuando prestamos atención a los riesgos que trae consigo la mala alimentación sobre nuestra salud mental.
Relación entre nuestra dieta y nuestra salud mental
En Australia, como en medio planeta, casi la mitad de la población experimentará un problema de salud mental en algún momento de sus vidas. Esto significa que incluso las personas que no se ven afectadas personalmente, probablemente conocerán a alguien que ha experimentado dicha enfermedad.
Una investigación reciente sugiere que la depresión y la demencia están relacionadas con la calidad de nuestras dietas en todo el curso de la vida. De hecho, estudios realizados en países tan diversos como Noruega, España, Japón, China, Reino Unido, Estados Unidos y Australia muestran que las personas cuyas dietas son más saludables son menos propensas a sufrir depresiones. Y al contrario, las personas que comen mal y abusan de la comida basura tienen un mayor riesgo de padecer depresión, caso muy común en los jóvenes.
Aunque tanto la dieta como la depresión están influenciadas por una amplia gama de factores, incluyendo la educación y nuestro nivel adquisitivo, estas variables no pueden explicar por si solas la relación que existe entre ellas. Además, a pesar de que la depresión tiende a cambiar el apetito de las personas y sus hábitos dietéticos cuando sufren la enfermedad, tampoco pueden explicar las relaciones a largo plazo que existen entre depresión y dieta.
La dieta mediterránea y el riesgo de demencia
Hoy en día también sabemos que el colesterol elevado, la hipertensión, la diabetes tipo 2, niveles elevados de azúcar en la sangre y el alto índice de masa corporal son factores de riesgo para la demencia. Y estos están claramente influenciados por nuestros hábitos alimenticios.
Por otro lado, los patrones de alimentación saludables, como la dieta mediterránea, parecen proteger contra la demencia y el deterioro cognitivo. De hecho, un estudio realizado recientemente en Europa demostró que las personas que adoptaron una dieta mediterránea como parte del estudio experimentaron un aumento en las habilidades cognitivas superior a la de los otros grupos.
Por si fuera poco, aunque el estudio no fue diseñado para evaluar el riesgo de depresión, también hubo sugerencias de que este riesgo se redujo en las personas que adoptaron la dieta mediterránea.
Cada vez está más claro que las enfermedades físicas y mentales comunes están relacionadas, y es probable que se refuercen mutuamente. Con esto podemos deducir que sobre todo hay que cuidarse, y que las las medidas para mejorar nuestra salud física también tienen beneficios positivos a la hora de prevenir la depresión, por ello desde Medciencia os animamos a realizar actividad física , a disfrutar de nuestra estupenda dieta mediterránea y a evitar en lo posible los alimentos poco nutritivos, ¡Lo mas importante es la salud!
Fuente: The Conversation.