No es la primera vez que os hablo de adicciones, y siempre está de por medio el famoso “circuito de la recompensa”, protagonizado por la Dopamina, ¿verdad? Nunca os lo he llegado a explicar detalladamente (fallo por mi parte), pero así, muy resumido, este circuito funciona como un “pozo sin fondo”. Es decir, cuando hacemos algo que nos causa placer, pedimos más, y más, porque nos acostumbramos a recibirlo. Llega un momento que, si nos lo quitan, nos entra ansiedad, ya que nuestro cuerpo se ha acostumbrado sobremanera a tener mucho de lo que sea (alcohol, tabaco, juego, azúcar…). Ahí es donde se da la adicción, pues en el circuito de recompensa actúa la Dopamina, y en una adicción lo que buscamos es fomentar que esta Dopamina actúe cada vez más y, si nos intentan quitar esta adicción, adiós a la acción de la Dopamina, y hola a los síntomas de “abstinencia”.
Es una explicación resumida, que nadie intente matarme por dejarme cosas en el tintero, pero vayamos a la explicación de hoy: la adicción a los ordenadores o, como la llama el Dr. Peter Whybrow, del Instituto Semel para la Neurociencia y el Comportamiento Humano de la UCLA, Cocaína electrónica:
“El ordenador es la cocaína electrónica para mucha gente. Nuestros cerebros están diseñados para la búsqueda de una recompensa inmediata. Con la tecnológica, la recompensa es la “novedad”. Esencialmente, nos convertimos en adictos a lo nuevo, a la novedad”.
“No podemos parar. Nuestro cerebro no tiene instalado un sistema de frenado. Además, todas las limitaciones naturales se han ido, y el único método de frenado es nuestra inteligencia y el sistema normativo interno, en la corteza frontal, ya que la adicción es la evolución más reciente del cerebro. Este “cerebro ejecutivo” regula el control de los impulsos y el razonamiento pero, a pesar de nuestra “inteligencia superior”, seguimos siendo impulsador por nuestros deseos primitivos”
En definitiva, Whybrow nos explica que los picos continuos de Dopamina provocan que tengamos ansia por una recompensa, de sexo, comida o lectura, es “un hambre que no tiene límites”.
Finalmente, el Dr. Whybrow apunta que la emoción de adquirir cosas nuevas (como los smartphones, que cada vez son más comunes e imprescindibles en nuestra sociedad), está produciendo una epidemia de ansiedad, cercana a la manía clínica. Y, ¿Qué hacemos frente a esta ansiedad? Acabamos automedicandonos o consumiendo alcohol o drogas de prescripción (ansiolíticos por ejemplo), o incluso comidas azucaradas. El final: nos estrellamos y entramos en un círculo vicioso.
Como veis, cualquier tipo de adicción es negativa para nosotros, ya que nuestro cerebro es imperfecto de fábrica, pero además le otorgamos estímulos externos artificiales para los que no está preparado porque no existían en las épocas primitivas. No me malinterpretéis, ya existían muchas drogas naturales antiguamente, pero evidentemente no existía la tecnología, ni los estimulantes eran tan potentes como los actuales (al menos, no había tantos diferentes como ahora). Por eso, debemos pensar siempre que “cualquier cosa es mala en exceso”, el equilibrio es la clave.
Vía: The Telegraph
Imagen: Barcelona viva.