Esta semana tengo el placer de asistir en calidad de estudiante al Congreso Anual de Biotecnología (BAC), dónde profesionales del campo, estudiantes e investigadores destacados de diferentes materias se reúnen con el objetivo de unificar los últimos avances en Biotecnología, mostrar la realidad laboral y despejar las inquietudes que danzan en torno a esta innovadora carrera.
Tras hacer check in en el edificio del congreso, entramos en una sala presidida por Alberto Sevillano, Tom Dodd, Belén Vicente, Rosario Arévalo y Juan Manuel Corchado. Después de la presentación, el bioquímico mexicano Luis Rafael Herrera Estrella, nos acercaría su trabajo frente a la realidad a la que se enfrenta la población actual: la sobrepoblación.
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La población actual está experimentando un crecimiento a una velocidad vertiginosa. Por lo tanto, optimizar el proceso de producción para aumentar la cantidad de recursos producidos, para alimentar a la población. El objetivo principal de la agricultura moderna es cumplir dicho aumento, sin comprometer el medio y sobre todo, sin necesitar de una mayor extensión para el cultivo.
El problema que aparece en la tarea de optimización de los cultivos se debe a la cantidad de fósforo, componente limitante en la fertilización de los cultivos. La única forma en la que el fósforo puede ser incorporado a la planta es en forma de fosfato (Pi). Este método genera varios problemas, entre los que nos encontramos el uso excesivo de agua, el coste económico del fertilizante (ya que necesitamos mucho fósforo) y la emisión de gases.
La alternativa que ofrece Herrera en su trabajo se basa en el empleo de fosfito (Phi), una forma reducida del fosfato, que posee una mayor solubilidad, menor reactividad con el resto de componentes del fertilizante y sobre todo, una imposibilidad de ser incorporado a la gran mayoría de microorganismos como fuente de fósforo (de forma que no contribuya a su crecimiento)
Ya que por si sola la planta no es capaz de crecer con fosfito, se empleó ingeniería genética para introducir genes de la fosfito oxidorreductasa, enzima clave para este proceso.En las fotos superiores, el WT correspondería a la planta silvestre, y las variantes ptx a las modificadas genéticamente. Los resultados muestran que las plantas transgénicas crecen bien tanto en medios con fosfato como fosfito, además, se observó que no crecían otras plantas (malas hierbas) que podrían competir por los nutrientes.
De esta forma, se abaratan los costes, se reduce el impacto ambiental y se obtienen unos mayores beneficios a niveles tanto económicos como ecológicos.
Fuente | Nature