Uno de los alimentos consumidos por miles de personas a diario es la leche. Especialmente conocida por su alto contenido en proteínas, calcio y vitamina D, se ha convertido en un elemento fundamental en la dieta de los más jóvenes, contribuyendo al buen desarrollo de sus huesos y dientes, y al mantenimiento de éstos para aquellas personas que ya no están en plena fase de crecimiento. No obstante, a pesar de sus beneficiosas propiedades, existen ciertas enfermedades y complicaciones asociadas al consumo de leche en personas adultas. Las más comunes y que seguramente ya conozcas son la alergia e intolerancia a la lactosa. Ahora, un nuevo estudio desvela la relación entre beber leche y el riesgo de padecer la enfermedad de Parkinson.
Los peligrosos contaminantes de la leche
La investigación fue publicada en la revista Neurology, y forma parte de una investigación de mayores dimensiones conocida como el Honolulu-Asia Aging Study, que analiza en profundidad factores de riesgo vinculados a la demencia y otras neuropatologías en hombres japoneses-americanos. En este contexto se estudió la densidad neuronal de 500 varones difuntos entre los 45 y 68 años de edad. Aunque el objetivo original del estudio era encontrar patrones relativos al envejecimiento del cerebro, los resultados dieron lugar a una inesperada conclusión.
Los sujetos del estudio tenían otra particularidad en común; todos habían vivido en Hawái durante la década de los 80, época en la que era habitual alimentar a las vacas con hojas de piñas a las que previamente se les había aplicado plaguicidas. Uno de ellos era el insecticida heptacloro, y fue el principal responsable de la contaminación de las reses y de la leche que éstas producían. En las neuronas de los difuntos examinados, pudieron observarse restos de époxido de heptacloro, lo que llevó a los investigadores a pensar que su acumulación fue la causa primordial de la destrucción del tejido nervioso.
En los cerebros de los hombres que bebían más de dos vasos de leche al día, podía distinguirse mayor degeneración de las llamadas neuronas dopaminérgicas (principal causa de la enfermedad de Parkinson) que en los de aquellos que consumían menos leche. Lo más extraño y lo que sin duda más sorprendió a los autores del estudio fue que al parecer, los sujetos que habían sido fumadores activos en vida no se vieron afectados por la acumulación de plaguicida en el sistema nervioso central, efecto para el que aun hoy día no han logrado encontrar una explicación adecuada.
Un vínculo a investigar
La buena noticia para los amantes de la leche que estén leyendo este artículo es que el heptacloro ya no se utiliza en la actualidad, con lo que se ha dado solución a un elevado número de casos neurodegenerativos debidos a este insecticida.
Sin embargo, el singular descubrimiento es compatible con otros anteriores en los que ya se había comprobado cómo los productos lácteos aumentan de algún modo el riesgo de padecer trastornos neuronales como es el caso del párkinson. Así que la leche, los pesticidas y las enfermedades cerebrales parecen presentar un vínculo común que aún debe seguir explorándose, ya que podría ser de gran ayuda para la prevención y el tratamiento en el ser humano.
Fuente | Neurology