Buenos hábitos para una buena memoria

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Un nuevo estudio de la Universidad de California confirma que las personas adultas con hábitos saludables podrían presentar un menor riesgo de problemas de memoria. El estudio se ha basado en una encuesta nacional a un total de 18.552 personas. Se les hicieron, en concreto, cinco preguntas: si fumaban, si habían comido sano durante el día anterior, cuántas porciones de verduras y frutas habían comido en los últimos siete días, cuántos días hicieron ejercicio durante 30 min o más (también en la última semana) y, por último, si tenían algún problema de memoria.

Para entender la importancia de la investigación, publicada en la revista International Psychogeriatrics, es necesario tener en cuenta dos hallazgos principales. En primer lugar, claro está, la constatación del gran impacto que tienen factores de riesgo como el tabaco o la falta de ejercicio en la función cognitiva del adulto. En segundo lugar, el preocupante porcentaje de adultos jóvenes que aceptan no seguir hábitos saludables de vida (fuman mucho más y comen mucha menos fruta y verdura). Combinando estos dos resultados, se refuerza la importancia de educar a las personas jóvenes y de mediana edad a asumir una mayor responsabilidad respecto a la salud (incluyendo la memoria) mediante la práctica de hábitos de vida saludables cuando se es joven.

El cuerpo es memoria

El cuerpo es memoria, y todo lo que parece que el organismo absorbe sin consecuencias a una cierta edad, en realidad se va acumulando de forma peligrosamente silente, para aparecer pasados unos años de nuestra vida. Es posible que los adultos mayores se involucren más en comportamientos más saludables porque escuchan más los consejos de sus médicos, así como son conscientes (y es algo físico) que el cuerpo ya no absorbe del mismo modo una vida no tan saludable.

El tabaquismo tiene un gran impacto en la función cognitiva. Es bien sabido que el alcohol, el tabaco y las drogas favorecen la proliferación de los radicales libres y, sobre todo, interfieren en la síntesis de neurotransmisores, lo que perjudica a la actividad cerebral. Asimismo, fumar aumenta el riesgo de padecer trastornos vasculares, lo que provoca la contracción de las arterias y una menor llegada de oxígeno al cerebro. En comparación con los no fumadores, los investigadores encontraron que los que sí fumaban obtenían calificaciones más bajas respecto a la función cognitiva global, la velocidad y la flexibilidad en la edad adulta.

En la investigación se obtuvieron problemas de memoria en el 26% de los adultos mayores y en el 22% de los adultos de mediana edad. Si bien estas cifras eran de esperar, no lo fueron el 14% observado en los pacientes más jóvenes. El hallazgo refuerza de nuevo la importante idea de trabajar en el reconocimiento precoz de los síntomas de alteraciones leves de la memoria, puesto que así se podría ayudar a edades posteriores.

Comer bien y ejercitarse

Anteriormente los malos hábitos de estilo de vida ya habían mostrado desempeñar un papel importante en la pérdida de memoria. Un estudio anterior publicado en Journal of Alzheimer’s Disease encontró una relación entre la pérdida de memoria y una dieta alta en grasas saturadas y colesterol. Del mismo modo, se ha visto también que los buenos hábitos de vida influyen directamente en la memoria, pero de forma positiva. Las personas que comen una dieta mediterránea son más propensas a tener una mejor memoria y función cognitiva, según un estudio publicado en la revista Neurology.

Respecto al ejercicio, no se trata de matarse sudando, sino de practicar ejercicio suave de forma regular y constante. Diversas investigaciones han constatado que caminar unos 2 km al día ayuda a aumentar la materia gris del cerebro, y que caminar mucho reduce a la mitad el riesgo de desarrollar pérdida de memoria.

Otras recomendaciones, no comentadas en el estudio pero que en muchas ocasiones se han relacionado con la memoria, son tratar de reducir el estrés, dormir bien y beber mucha agua. En el primer caso todo se reduciría al cortisol, una hormona que se libera con el estrés. En exceso, ésta puede dañar el hipocampo, estructura del cerebro fundamental en la consolidación de la memoria. Asimismo, un trabajo en la revista Neuron indicaba también que las hormonas del estrés pueden afectar de forma negativa la función de la corteza prefrontal, región que, entre otras cosas, se encarga de almacenar la memoria de trabajo.

Respecto a respetar las horas de sueño, es bien sabido que dormir bien ayuda a la consolidación de la memoria. Por último, beber agua ayuda a eliminar toxinas, que en algunas ocasiones se han relacionado con una afectación negativa sobre la memoria.

Fuente | medicalnewstoday

Imagen |David (mirades d’un aficionat)

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