El mundo animal está lleno de criaturas insólitas que, desde pequeños, nos despiertan curiosidad o miedo. Una de ellas es, sin lugar a dudas, el camaleón. Ese extraño reptil con cresta que caza moscas con la lengua, con ojos saltones que se mueven en todas direcciones y, encima, que puede cambiar el color de su piel a su antojo.
Por sus características, este animal ha estado rodeado de mitos desde la antigüedad. Uno de ellos, que llega hasta hoy, es el que se refiere a su mimetismo, la capacidad de cambiar de color para camuflarse. Veamos qué hay de cierto en él.
El cambio de color, para ligar o dar miedo
Lo cierto es que escribo este artículo después de ver un vídeo viral de Internet. En él aparecía un camaleón al que le iban dando gafas de sol de distintos colores para apoyarse. Cuando pasaba de unas gafas a otras, en unos segundos el camaleón había cambiado de color y se había mimetizado con las nuevas gafas. El vídeo es bastante sorprendente, por no decir inverosímil, y debe esconder algún truco porque desafía un estudio publicado hace varios meses en la revista Nature Communications. El trabajo, llevado a cabo por un grupo de científicos liderado por Michel C. Milinkovitch, del Laboratory of Artificial and Natural Evolution de la Universidad de Ginebra, encontraba la explicación al sorprendente cambio de color de los camaleones.
Utilizando el camaleón pantera, originario de Madagascar, observaron que los cambios de color se producían fundamentalmente cuando establecían relaciones sociales o cuando se sometían a estrés. Por ejemplo, cuando se un macho se encontraba a una hembra receptiva, las franjas verdes de su piel se volvían rápidamente amarillas o naranjas, mientras que el azul se convertía en rojo.
Por tanto, debemos desechar aquí el primer mito. Los camaleones no se camuflan; el cambio de color les sirve para comunicarse entre ellos en una pelea o durante la reproducción y es una respuesta a situaciones estresantes. Por tanto, si vemos un camaleón mimetizado con su ambiente será producto de alguna trampa, de la casualidad o de nuestra imaginación, que busca siempre las explicaciones más singulares.
La piel del camaleón, una red de cristales fotónicos
También se decía que la interacción entre distintos pigmentos de la piel del camaleón era la explicación a este fenómeno. Sin embargo, el paulatino cambio de color, así como la velocidad a la que este se producía dio a entender al grupo de fisiólogos que dicha explicación, aunque era la más intuitiva, no era la más acertada. Por ello, descubrieron que la piel del camaleón estaba formada por una serie de células que actuaban como cristales fotónicos. Los cristales fotónicos tienen la particularidad de que forman una estructura que, por las distancias que existen entre ellos, reflejan longitudes de onda concretas y, por tanto, colores concretos. Este tipo de cristal está presente, por ejemplo, en el ópalo.
Así, en la piel del camaleón aparecen un gran número de células iridóforas que tienen en su interior cristales de guanina de aproximadamente 0,1 milímetros. Estirando o relajando la piel, la distancia y disposición de los cristales cambia y, por la física que subyace en la reflexión de la luz, cambia el color que éstos reflejan. Esto se consigue cuando la distancia entre los cristales es similar a la longitud de onda de la luz visible, lo que hace que se reflejen intensificadas ciertas longitudes de ondas, es decir, ciertos colores.
Cuando un camaleón está relajado, la red de cristales de guanina está compactada y refleja el color azul. Cuando, por ejemplo, quiere atraer a una hembra, estira su piel y aumenta la distancia entre estos cristales, lo que produce que reflejen luz de color rojo.
Además, por debajo de esta capa de cristales fotónicos existe otra más desorganizada y espaciada. La distancia entre los cristales de guanina es, en esta zona, de entre 700 y 1400 nanómetros, medida similar a la longitud de onda de la radiación infrarroja. Esto quiere decir que esta capa refleja eficazmente la luz solar, lo que hace que los camaleones puedan soportar la fuerte radiación a la que se ven sometidos en sus hábitats, normalmente secos o desérticos.
Recuerdo que, hace años, podían verse camaleones en las costas de Huelva de manera más o menos frecuente. Sin embargo, los atropellos y la gran masificación de esta zona ha hecho que prácticamente desaparezcan, siendo imposible disfrutar ya de esta singular especie. En la Península aún habitan algunas zonas de Cádiz, Granada y Almería. Espero que allí sepan protegerlos y que niños y mayores puedan seguir contemplándolos durante muchos años; también espero que el cambio de color de su piel no pierda ni un poco de magia al ser explicado científicamente.
Fuente | Nature