Y es que la tentación es muy traicionera (además de ser una constante en la que nos podemos ver sumidos cada día). Quién no se ha encontrado más de una vez pensando: “Por una vez no pasa nada”, “Si solo es un poco no importa”, “Nadie se dará cuenta”… Y qué poco sabemos del peligro de esas inocentes palabras. “Inocentes” pero que son como la hebra de un tejido… Nunca se quedan solo en eso. Siempre deshilachan más cosas. ¿El error?… que hasta ahí no llega nuestra predicción de futuro, solemos quedarnos en una vista a corto plazo.
Además es algo considerado como normal el verse tentado, todos nos encontramos en situaciones que nos tientan a violar el ideal que tenemos del bien y del mal. Veamos un ejemplo: aunque si nos preguntasen todos (o casi todos) diríamos que no robaríamos, la situación cambia si por ejemplo alguien nos cobra mal o nos da más de vuelta, al fin y al cabo la “culpa” es del otro por habernos dado el cambio mal… ¿O no? La tentación se une muchas veces a la ambigüedad. Técnicamente no es un robo literal y esa ambigüedad y ese cambio cognitivo ya nos dan la excusa perfecta.
Estudiando una variedad de condiciones similares a las que hemos mencionado Oliver Sheldon psicólogo de la Rutgers University y Ayelet Fishbach de la University of Chicago creían que el truco para conseguir resistir la tentación era conseguir que el sujeto pudiera desarrollar un punto de vista de la situación a largo plazo, es decir observar una conducta poco ética “puntual” como una serie de acciones interconectadas, que se suceden. Lo interesante de este punto de vista es que contradice ciertos tipos de tratamientos más tradicionales, como los de alcohólicos anónimos que recomiendan ir paso a paso y día a día sin poner la vista más lejos (claro que nada tienen que ver los ejemplos expuestos con una adicción compleja ya establecida).
Imaginemos una persona que hace dieta, lo normal es pensar que por tomarse un donut, solo uno, un día, no pasa nada. Pero si consiguiéramos que viera esa violación de la regla establecida como un patrón, es decir como una conducta que puede conectarse con otras, y que haga que ese “un día no pasa nada” se convierta en 20 donuts al mes, conseguiremos que la persona sea más reticente a sucumbir a esa tentación pues comprenderá las consecuencias a largo plazo de ser permisivos con ciertas cosas.
Pero lo más interesante, y algo en lo que yo firmemente creo como método para establecer patrones de conducta es el sentido del yo. Vamos a explicar este punto mejor… si la persona consigue ver cómo un acto poco ético (aunque sea solo uno) puede ser una amenaza a su sentido del yo (asumiendo que el sentido del yo deseado es el de un ser honesto), conseguiremos que la persona entienda como esa conducta le aleja de la persona que quiere ser y viola unos valores centrales que para él es importante mantener. Por supuesto esta idea se une a la anterior de como una conducta puede convertirse en un patrón de conductas interconectadas a largo plazo. Y mucha gente no es capaz de ver esto porque uno prefiere la negación a tener que cambiar su ideal de sí mismo y ver que en realidad ya no lo representa. Todos somos humanos, todos fallaremos alguna vez y haremos algo fuera de nuestra línea general, pero entender que “permitirnos” esos deslices puede acabar convirtiéndose en una norma y amenazar esa idea del yo propio es sin duda un paso importante a la hora de tomar decisiones.
Otra idea es aprender a anticipar la tentación, es más fácil sucumbir a una tentación cuando nos sorprende, si hemos anticipado lo que va a ocurrir y cómo afrontarlo es más fácil que podamos hacer lo correcto y decir no a lo que nos tienta. Saber que vamos a encontrarnos con una tentación nos permite activar nuestros mecanismos de auto-control, crear cierta barrera y destinar más energía a combatir ese evento. Cuando a uno le pilla por sorpresa una tentación ese autocontrol no está activado y es más fácil caer.
Otra forma de resistir la tentación es mirar al pasado, a situaciones en las que ya hemos sucumbido, hacer esto nos lleva a esa visión a largo plazo y nos permite ser más “fuertes”.
Y cómo resistirse no es fácil (dejas algo agradable de lado, cuesta energía y esfuerzo, etc…) somos muy buenos en encontrar justificaciones para hacer lo más fácil. Saber ver que excusas y justificaciones nos ponemos y no permitirnos ese lujo ya puede ser un paso importante. No te autoengañes, que alguien no te vea hacer algo malo no quita que esté mal, que nadie se vaya a enterar tampoco, y mucho menos que pienses en ese momento que por una vez no pasa nada. Sabes que está mal y que si vieras a otro haciéndolo lo cuestionarías.
Tal vez sí debamos ser un poco más duros con nosotros mismos ya que los valores que representamos son tan fuertes como el esfuerzo que dediquemos a mantenerlos.
Fuente: Psychology Today.