Como identificar y ayudar a un niño a superar una situación traumática

Una situación traumática altera la vida de cualquier persona (adulto o niño), pero en edades tempranas en las que su mente aun se está desarrollando se puede ver afectado el desarrollo de la personalidad del niño, de sus procesos cognitivos e incluso afectar a su crecimiento, son además un colectivo especialmente vulnerable porque no disponen de las mismas estrategias que un adulto para enfrentarse a los problemas, así mismo no disponen de la inteligencia emocional para manejar y expresar las emociones. Si es cierto que sus cerebros poseen una gran plasticidad, pero en eventos negativos como un trauma esta plasticidad puede no ser tan positiva si afecta al desarrollo de estructuras, por ejemplo las encargadas de regular las reacciones de miedo. Lo positivo en los niños es que tienen una gran capacidad de curación y superación y tienen la posibilidad de superar sucesos como estos con ayuda incluso a veces de mejor forma que un adulto (esto depende de muchas cosas realmente). El problema con los niños es que muchas veces no saben expresar lo que les ocurre, no pueden contarlo o no saben qué hacer o como buscar ayuda y será esta ayuda la única que posibilitará su mejora, luego debemos ser nosotros los adultos los que velemos por ellos y estemos pendientes de ciertas conductas.

¿A qué tipos de traumas debemos estar pendientes?

Los abusos sexuales, los desastres naturales, los accidentes de tráfico son los obvios, pero para un niño pueden ser traumáticas otras experiencias menos obvias que podemos pasar por alto. Dado que los niños no han desarrollado completamente su psique es más fácil que saquen consecuencias erróneas o no entiendan ciertos eventos a su alrededor. Los niños pueden salir mal parados ante la exposición a situaciones violentas o en la televisión, pueden llegar a sentirse inseguros y tener miedo a que les pase a ellos, esto no ocurre en adultos que pueden entender que lo que ocurrió en la televisión se debe a unas causas concretas que no afectan al que lo observa. Pero un niño puede pensar que eso es frecuente y le puede pasar a él.

Los sucesos que alteran fuertemente las rutinas de la vida del niño pueden afectarle también de forma negativa pues para los niños el mundo se construye de eventos predecibles en cierta manera que se suceden en una sucesión lógica como ha aprendido durante años (bañarse antes de cenar, los domingos ir a casa de la abuela, etc…). Cuando todo esto se altera para ellos realmente es como si su mundo se quedara patas arriba pues todo lo que conocían deja de tener sentido, esto ocurre mucho en los divorcios en los que además hay un gran impacto emocional porque el ideal de los padres como algo permanentemente unido y dado por sentado se desmorona creando muchas dudas e inseguridades entorno a muchas áreas. Las mudanzas y los cambios de colegio pueden ser situaciones traumáticas si no se hace bien, son cambios muy grandes que pueden producir estrés muy elevado y aunque no tienen por qué ser negativos es conveniente estar pendiente y procurar facilitar en la medida de lo posible que sea lo más cómodo para el niño.

Las enfermedades, los procedimientos médicos complicados, la separación de uno de los padres o vivir en un entorno inseguro pueden ser situaciones traumáticas para un niño.

Un trauma puede dejar al niño confuso sobre su identidad personal y sus metas en la vida.

Puede que a nosotros nos parezca que la situación traumática no lo es y que en realidad está exagerando o la reacción es desproporcionada pero debemos tener en cuenta que los niños no entienden mucho de lo que ocurre a su alrededor y pueden atribuir conclusiones erróneas o sentir mucho más miedo ante algo que para nosotros no es peligroso. Es importante validar sus emociones pues aunque no nos parezcan lógicas, son reales.

¿Cómo reconozco una reacción traumática?

Los niños no reaccionan como los adultos pero si es cierto que la respuesta de miedo fisiológica (o de alerta) es similar, se activan los mismos sistemas (adrenalina, cortisol…) y se preparan todos los sistemas para una lucha o una huida. En los niños veremos claramente como sus actividades diarias y sus rutinas se ven afectadas. Por ejemplo duerme mal, tiene problemas en el colegio, se alteran las relaciones con los amigos, no come como antes… el niño puede volverse más difícil, le veremos temeroso, a veces agresivo, más necesitado de atención por parte de los adultos, a veces será mezquino, en otras le veremos triste o temeroso. Cada niño es un mundo y no todos presentan las mismas conductas pero si es cierto que todos presentan una alteración de conducta de una manera u otra.

Si el niño salta a la primera (más que antes), tiene reacciones violentas o agresivas sin motivo, tiene problemas para dormir, no hace los deberes, etc… Lo que debemos hacer es cambiar la actitud más obvia (castigarle) por una atención positiva, intentar ofrecer un apoyo emocional, deja que el niño elija una actividad e intenta pasar tiempo con él, así es como el niño podrá recuperar la sensación de seguridad. Hazle saber que estas ahí, intenta prestar atención a las conductas positivas (aunque ahora ocurran muy poco) y alábalas. Asegúrate de ser afectuoso y estar pasando tiempo con él.

Ten claro que muchas de estas conductas aparecen en niños problemáticos sin que haya trauma, hay niños que son agresivos porque sí, la idea es que si hay una reacción a un trauma verás un cambio bastante grande con su conducta normal o previa y es este cambio el indicador.

Veamos las conductas más frecuentes por edades:

–  De los 0 a los 2 años → Veremos problemas de memoria, empeorará su capacidad de comunicarse verbalmente, presentarán conductas regresivas, agresivas y buscarán atención tanto negativa como positiva, tendrán unas reacciones muy temperamentales, se alteraran más fácilmente que antes y gritaran o lloraran excesivamente, mostrarán irritabilidad, tristeza y ansiedad, tendrán miedo a separarse de los padres, evitarán a los adultos que les recuerden el evento traumático y pueden mostrarse más aislados, presentaran problemas digestivos, tendrán menos apetito, aparecerán pesadillas o problemas para dormir.

–  De los 3 a los 6 años → Tendrán dificultades para concentrarse y aprender en el colegio, desarrollaran menos habilidades y pueden aparecer trastornos deL aprendizaje, también presentaran conductas agresivas, regresivas y temperamentales, buscarán llamar la atención y serán verbalmente abusivos o imitaran conductas relacionadas con el trauma. Se portaran mal. Se alterarán fácilmente (puede que se asusten con ruidos fuertes) y es probable que les cueste hacer amigos o confiar en los demás. A estas edades puede que piensen que la culpa de la situación traumática es suya. También evitarán a los adultos que les recuerden a la situación traumática y no querrán ser separados del cuidador principal (los padres). Se mostrarán ansiosos, temerosos y evitativos, irritables o tristes. Se aislaran de los demás. A estas edades el trauma afecta ya a su autoestima que será baja. Pueden presentar dolores de cabeza y de barriga, problemas de digestión y sueño, pesadillas, pueden volver a orinarse encima o en la cama a pesar de haber aprendido ya a no hacerlo o volver a chuparse el pulgar, recuperar el miedo a la oscuridad, etc…

–  Los síntomas en edades posteriores son muy similares a estos, hasta la adolescencia o inicio de la misma que empiezan a aparecer síntomas más parecidos a los de los adultos.

Los padres también deben saber escuchar.

El problema es que esta no es una opción universal, dado que dependiendo de la edad del niño este no va a ser capaz de expresar lo que siente, de ponerles nombre a las emociones. Debemos recordar que el niño no tiene el vocabulario ni la comprensión de un adulto y puede que ni siquiera entiende lo que le ocurre o porque se siente así.

Si el niño puede explicarlo es útil ya que puede ayudar a que el adulto le desconfirme sus miedos y pueda indirectamente actuar sobre ese miedo (propiciando situaciones que lo desconfirmen, etc…). A algunos niños puede ayudarles a sentirse mejor el poder hablarlo con alguien pero a otros puede que no.

Es muy importante no presionar al niño, debemos decirle y hacerle saber que estamos ahi para cuando él quiera hablar pero que esperaremos a que esté preparado, no hay que empujarles pues puede ser peor.

Los padres deben modelar conductas sanas.

Los niños aprenden mucho por observación e imitación, muchas veces es como aprenden a enfrentarse a cosas. Los padres son el principal modelo y pueden crear situaciones en las que el niño observe correctas formas de conducta o estrategias para enfrentarse a un problema. Por ejemplo podemos hacerle ver que cuando estamos estresados cambiamos de actividad a una más agradable y divertida para relajarnos, podemos hacerle ver que cuando algo malo ocurre se habla (esto es relativo, los problemas reales de un adulto abrumarían a un niño pero podemos hacerlo con “pseudoproblemas” que no les vayan a asustar o preocupar, para que vean el tipo de respuesta a dar). El niño muchas veces no sabe cómo deshacerse de su malestar ni como canalizarlo, ofreciéndole métodos para hacerlo le estamos ayudando mucho.

En cualquier caso si el niño sufre un trauma por una situación grave (abusos físicos, bullying, abuso psicológico, abandono, etc…) es recomendable la atención por parte de profesionales ya que son sucesos que pueden marcar mucho la vida de un niño y requieren de una persona experimentada para trabajarlos. Si son situaciones más cotidianas, normalmente los padres pueden encargarse, aunque siempre hay disponibles profesionales para consultar en caso de duda.

Fuente: Psychcentral, NCTSN, NCCRI.

Imagen: Flickr.

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