¿Cómo influye la música en nuestra percepción del tiempo?

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En artículos anteriores hemos comentado la gran influencia que ejerce la música en nosotros. La música adecuada puede ayudar a mejorar nuestra productividad, a aumentar nuestro rendimiento físico, o incluso a sincronizarnos con otras personas. En este artículo hablaremos de un efecto musical más sutil, el cambio de nuestra percepción temporal.

Aunque pensemos que el tiempo pasa igual para todos, realmente es una ilusión producida por nuestro cerebro. Pensemos en los días que hacemos algo divertido o los días aburridos. Las horas pasan más rápido o más lento de manera subjetiva. Si preguntamos a un grupo de voluntarios cuanto tiempo llevan esperando en una sala, el tiempo que dirán dependerá más de lo entretenidos que estaban en la misma.

Con este ejemplo, queda claro que nuestra actitud emocional influye en nuestra percepción del tiempo, pero la explicación de este fenómeno es mucho más compleja. El tiempo es algo continuo, no se divide en horas, minutos y segundos como hacemos creer. Estas unidades son divisiones hechas para nuestro entendimiento. En el cerebro el tiempo es continuo pero también necesita hacer pequeñas divisiones de tiempo para trabajar, para ello tiene grupos de neuronas llamados osciladores.

Los osciladores son grupos de neuronas que se activan siguiendo un ritmo concreto, y propagan esta activación rítmica a todo el cerebro. Dicho de otra manera, actúan como un metrónomo natural. Las neuronas sometidas a este ritmo procesan la información sincronizándose entre ellas como los instrumentos de una orquesta. En la corteza prefrontal, la influencia de los ritmos más rápidos genera nuestra percepción del tiempo.

Existen diferentes osciladores en diferentes regiones de nuestro cerebro, y no todos funcionan a la vez. Por ejemplo, en una región llamada septo se genera el ritmo theta, que activa a las neuronas asociadas aproximadamente cuatro veces cada segundo, pero solo sucede si caminamos o soñamos. Si estamos quietos este ritmo desaparece de nuestro cerebro, por lo que se cree que está implicado en la orientación espacial de lugares, ya sean físicos o imaginarios. Otros generadores generan ritmos muy lentos que nos permiten tener ciclos de sueño de 24 horas y regulan el ritmo circadiano; y otros más rápidos que se encargan de recoger la información visual de la vista (y son las culpables de que los perros se aburran viendo la televisión).

Existen enfermedades en las cuales estos generadores se rompen y los ritmos cambian. Uno de los casos clínicos más extremo es el de un paciente que tras una embolia en la corteza prefrontal notaba que el mundo iba más rápido de lo normal. Curiosamente, para los que lo observaban sus movimientos y habla eran más lentos. Este caso es una de las pruebas que indican que cambiando estos metrónomos internos podemos cambiar nuestra percepción del tiempo a nivel global. En la actualidad se ha comprobado que en enfermedades como Parkinson, esquizofrenia o déficit de atención hay un cambio en la percepción temporal, haciendo que estos enfermos sientan el paso del tiempo de manera diferente.

Se ha comprobado mediante diferentes estudios que la música es capaz de cambiar la percepción subjetiva del tiempo. No se conoce de manera exacta el mecanismo, pero se cree que el ritmo de la música influye en los osciladores naturales haciendo que varíen su funcionamiento.

Existen estudios en los cuales se demuestra que comemos más rápido en un restaurante si ponemos una música con una velocidad más elevada. En 2004, un estudio de la Fundación del Club de Automovilismo comprobó que la música más peligrosa para conducir es la Cabalgata de las Valkirias de Wagner, ya que su ritmo provoca la sensación de lentitud del coche y nos anima a pisar más el acelerador. Se han realizado estudios más serios con voluntarios a los que se les pregunta cuánto tiempo pasa mientras realizan una tarea con un ritmo concreto de fondo, si el ritmo es más acelerado percibirán el tiempo más rápido de lo que realmente es.

Aunque recientemente empecemos a investigar las bases neurológicas de la percepción temporal, parece que este fenómeno es especialmente conocido entre los compositores de música clásica. Hay compositores especializados en jugar con la percepción del tiempo del oyente al escuchar una de sus obras, por ejemplo Antón Bruckner es famoso por sus sinfonías de más de una hora de duración que parecen más cortas al ser escuchadas). Otro compositor, Anton Webern, incluso se engañó a sí mismo al considerar que su obra Variaciones para Orquesta duraba 20 minutos, cuando en realidad solo eran siete.

Estos compositores juegan con el ritmo de sus piezas musicales, haciendo que nuestro cerebro acabe modificando sus propios metrónomos internos durante el tiempo que dura la obra. Cuando nuestra corteza cerebral se sincroniza a un ritmo más lento del normal, favorecemos la sensación de bienestar y de “no pensar en nada”, algo que en la actualidad llamamos mindfulness.

En resumen, si quieres hackear el ritmo de tu cerebro, la música es una buena aliada. No necesitas más que escuchar música clásica para notar como tus horas se vuelven minutos. Aquí te dejamos una obra para empezar a experimentar.

Fuente | Nautilus

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