Conozcamos la leptina, la hormona que le dice al cerebro que está lleno y que, en consecuencia, ayuda a regular la cantidad que comemos. Asimismo, provoca, a través del cerebro, la descomposición de la grasa cuando necesitamos un impulso de energía, es decir, es la encargada de decir a las células grasas (adipocitos a partir de ahora) que liberen sus reservas. Los mecanismos que subyacen a esta importante función han sido desconocidos hasta hace muy poco. Es decir, no se ha sabido explicar cómo se produce la comunicación entre el cerebro y los adipocitos.
Hasta ahora. Científicos del Instituto Gulbenkian de Ciência (IGC; Portugal), en colaboración con un grupo de investigación de la Universidad de Rockefeller (Estados Unidos), han visualizado por primera vez, en ratones, las neuronas que transportan los mensajes del cerebro al tejido graso. La activación de estas neuronas, han detectado, ayuda a los mismos a perder peso porque los adipocitos se agotan. Esta observación podría conducir a nuevos tratamientos de adelgazamiento, debido a que algunas personas obesas son realmente resistentes a la leptina y, por lo tanto, tienen dificultades para bajar de peso. Los resultados se han publicado en la prestigiosa revista Cell.
Relación bidireccional
El dibujo de la relación entre los tejidos del cerebro y adiposo siempre ha mostrado una relación bidireccional: los adipocitos producen la hormona leptina, que viaja al cerebro para disminuir el apetito y aumentar el metabolismo. De este modo, actúa como una especie de termostato que ayuda a mantener la grasa corporal dentro de un pequeño rango. A su vez, el cerebro envía señales a los adipocitos cuando es el momento de descomponer sus depósitos de moléculas de grasa (tales como lípidos), en energía.
Los investigadores plantearon la hipótesis de que debe haber un conjunto de neuronas que se conectan a tejido graso tradicional para transportar estos mensajes, pero nunca habían podido ni verse ni caracterizarse. En resumen, los investigadores querían responder a varias preguntas: ¿cómo la leptina estimula la descomposición de la grasa? ¿Podría haber una población desconocida de células nerviosas que proporcionaran alguna señalización que los científicos se han estado perdiendo? La respuesta a esta segunda pregunta es afirmativa.
Neuronas grasas
Los expertos han sido capaces de visualizar las neuronas gracias a dos formas de microscopía que mostraron haces de nervios que envuelven claramente los adipocitos de los ratones. Puede decirse, por lo tanto, que se crea una unión entre el sistema nervioso y el tejido adiposo. Los portugueses llegaron a demostrar incluso, a través de varias manchas de color, que los nervios eran un tipo perteneciente al sistema nervioso simpático, el cual se extiende hacia el exterior de la médula espinal y mantiene equilibrados los diferentes sistemas del organismo.
Una vez visualizadas estas células, faltaba ver el papel de las mismas, es decir, su relación con la obesidad. Para ello, diseñaron ratones muy sofisticados en los que podían activarse de forma selectiva tan sólo esta población de nervios unidos a los adipocitos. Esta técnica, denominada optogenética, permite controlar las células en el sistema nervioso simpático en lugar de en el cerebro y la médula espinal, los cuales componen el sistema nervioso central. Asimismo, funciona con la adición de genes para proteínas sensibles a la luz que se pueden activar mediante un láser.
Los nervios activados mostraron el efecto que provoca un aumento de los niveles de leptina, es decir, mostraron claramente la estimulación de la descomposición de las grasas. De forma alternativa, cuando se diseñaron ratones sin estos nervios, esta misma situación no condujo a la descomposición de los adipocitos.
Los investigadores lo tienen claro: si pudieran encontrar fármacos que activaran específicamente estas neuronas en las personas, los niveles de obesidad podrían verse directamente afectados. No obstante, hay que responder aún a la duda de si existen otros tipos de nervios que también estén señalando a los adipocitos.
Fuente | IFLScience, Eurekalert