Aspectos a tener en cuenta:
Uno de los aspectos clave es entender lo que ocurre durante la discusión e identificar nuestros propios patrones de respuesta automáticos, esos que aparecen cuando los sentimientos toman el control y hacemos las cosas sin pensar, más bien guiados por la emoción. Cuando sepamos cual es nuestro comportamiento y lo reconozcamos podremos empezar a modificarlo. Muchas veces nuestras propias reacciones sabotean nuestras posibilidades de éxito o hacen que salgamos bastante mal de una discusión.
Debemos entender porque aparece la discusión y que queremos con ella. Dos personas discuten por desacuerdos pero no solo eso, sino que el desacuerdo debe ser un tema importante para ambas personas o que afecte a sus sentimientos. Así pues se entiende que ambas personas si ya han entrado en la discusión tienen un interés en el tema suficientemente fuerte como para exponerse a tal disputa. Luego debemos contemplar que las dos partes esperan una modificación de actitud de la otra parte, de ahí que se siga debatiendo y no se “pase” el tema. Así pues la única forma lógica de victoria que implique a ambas partes será un acuerdo con un punto intermedio, con compromiso por parte de los dos. Si esto no se da ambas partes pierden o una parte gana y la otra pierde (pero luego la relación que había entre ambos se resiente).
Las discusiones más fuertes son aquellas que entablamos con las personas que queremos, que son cercanas a nosotros y que nos importan, y también son estas discusiones las que implican mayor riesgo pues lo que se puede perder es muy importante. Hoy vamos a dar una serie de consejos que os ayuden a conseguir reforzar la relación con la persona con la que se discute en lugar de perderla, conseguir salir ambos bien de ella y que se solucione el problema en lugar de cronificarlo (las discusiones no resueltas se internalizan y luego acaban saliendo por otro lado).
Primero debemos contemplar la discusión como parte de un proceso de búsqueda de soluciones o resolución de problemas y como una oportunidad de reforzar la relación con la persona con la que discutimos si hacemos las cosas bien. Si seguimos los consejos realmente lo que tendremos no será una discusión como tal ya que será un intercambio de opiniones y un proceso de búsqueda de soluciones pero lo seguiremos llamando “discusión” para entendernos.
Está claro que parte del problema puede estar en la otra persona pero nosotros no podemos cambiar lo que hacen los demás pero sí lo que hacemos nosotros (y eso cambiará la reacción de los demás). Este artículo trabaja desde la perspectiva de uno mismo, pero está claro que si la otra persona se niega a colaborar o quiere hacérnoslo pasar mal en la discusión lo conseguirá, pero al menos nosotros no seremos los culpables.
El manejo de la discusión:
Un ejercicio inicial es autoobservarnos, apuntar después de las discusiones como nos hemos portado, anotar si hemos gritado, si hemos insultado, si hemos sido razonables, si nos hemos sentido heridos, si ha cambiado la visión de la otra persona, si hemos propuesto soluciones, si nos hemos expresado bien, etc… Este proceso es el de conocer nuestra reacción, sin conocerla no podremos modificarla. Una vez tengamos anotada esta lista debemos identificar los aspectos positivos (si los hay) pues serán los que hay que mantener y reforzar y los negativos que serán los que intentaremos modificar o controlar.
Puedes utilizar la siguiente lista para identificar los problemas que surgen en la discusión:
– La otra persona no me entiende.
– No se me ocurren soluciones al problema.
– La otra persona parece no estar interesada en lo que me pasa.
– No puedo evitar ser ofensiva, insultar o herir a la otra persona.
– Me altero y acabo gritando.
– No consigo recordar porque discutíamos, pero me sigo sintiendo mal.
– La otra persona no se expresa.
– No consigo calmarme.
Para resolver todos estos problemas hay una serie de consejos:
1) Piensa antes de hablar con esa persona, haz una lluvia de ideas (de posibles soluciones) para plantearle a la otra persona, apunta lo que quieres decir y lo que no. Ves preparada.
2) Mejora la comunicación de sentimientos y emociones. Las emociones tienen una función social, ayudan a los demás a comprendernos y ponerse en nuestro lugar y esto es muy importante. Muchas discusiones emergen de problemas de comunicación.
Un aspecto muy importante aquí es saber identificar que mensajes estamos enviando con nuestro lenguaje verbal y no verbal. Puede que nos sintamos tristes pero que estemos dando la impresión de que nada nos importa. Esto hará que la otra persona se enfade por algo que no es lo que realmente ocurre, por eso es importante expresarnos de forma clara. Otro problema es que muchas veces nuestro lenguaje verbal no se equipara al no verbal, por ejemplo yo puedo decir que estoy cómoda pero si mi lenguaje corporal es tenso, distante, con los brazos y piernas cruzados, la otra persona lo percibirá. O si digo que no estoy enfadada pero lo digo gritando, de poco servirá.
Otro aspecto importante es controlar como es la mayoría de nuestra comunicación cuando discutimos: ¿Solemos pasar la mayoría del tiempo quejándonos, o tratando de herir a la otra persona o más bien proponiendo soluciones? Lo ideal sería expresar lo que sentimos sin repetirnos pero de forma clara y sincera, luego preguntar a la otra persona como se siente ella y proponer una solución a debatir. Debemos procurar no ser condescendientes con la otra persona, no ser despectivos, no ser agresivos… Parece obvio pero en un momento de calentón esto resulta muy difícil. El truco está en pensar que si yo quiero que esa persona cambie de opinión y “haga lo que yo quiero/necesito” o se acerque a ello, actuar de forma emocional sabotea ese propósito con lo que si queremos conseguir lo que queremos deberemos modificar nuestra actitud. No sirve de nada quejarnos de que la otra persona no pone de su parte si no le estamos dejando. Alguien al que han insultado difícilmente luego querrá ceder a una petición.
Una herramienta útil es preguntarle a la otra persona si ha entendido lo que hemos expresado, lo que sentimos, así nos aseguramos de que el mensaje llega (muchas veces no es así).
Un ejercicio es clasificar nuestra comunicación después de una discusión en grupos, y calcular cual predomina: La comunicación agresiva, la pasiva, la asertiva, la verbal, la no verbal. ¿Son insultos, quejas, gestos, sonrisas, hay contacto físico afectuoso? (esto es importante), ¿habláis los dos por igual?…
3) Utiliza las frases “yo…” para comunicarte. Estas frases se usan para expresar como nos sentimos en el momento sin implicar a la otra persona ni otorgar culpas. “Yo me siento triste…” “Yo no estoy segura de que…”,”Yo pienso que…”,”Yo necesito…”, “Me gustaría…”… Así evitamos los típicos… “es que tu…”, “me haces sentir…”, “A ti no te importa…”. Lo único seguro en una discusión es lo que nosotros mismos sentimos y queremos y debemos evitar asignar pensamientos e intenciones a la otra persona, de esta forma es ella la que luego utilizará los “Yo…” y así ambas partes sentiréis que os estáis podiendo expresar. Habla de forma lenta y clara, despacio, sin elevar la voz, mira a los ojos a la otra persona y acércate para hablarle, pero sin ser intimidatoria.
4) Mantente calmada/o, ¿Por qué? Porque sino la otra persona no va a percibir lo que decimos, sino como lo decimos. Hay que visualizar nuestro estado como un color: rojo sería un nivel muy elevado de activación y azul uno muy bajo, luego esto es muy intuitivo, cuando te acerques al rojo NO es momento de hablar, pide un descanso, aléjate un momento de la situación, respira, despéjate antes de volver al tema. Una técnica que se utiliza mucho es el “time out” o tiempo fuera. Cuando ambas personas se alteran es útil abandonar la habitación, y que las dos personas se relajen para retomar el tema posteriormente. Salir de la escalada emocional. También podemos visualizar nuestro cuerpo del color que está e intentar cambiarlo, bajar a un amarillo, luego un verde amarillento… azul verdoso… y verde… Es una técnica de visualización útil.
5) No seas grosera/o. Esto lo único que va a conseguir es que todo escale muy rápido. Además la otra persona difícilmente olvidará lo que le hemos dicho aunque luego intentemos retirarlo diciendo que fue el calor del momento. Insultar a la otra persona normalmente viene del deseo de que la otra persona se sienta tan mal como nosotros pero esto no sirve de nada. Insultar hará que la otra persona no quiera dialogar o que se enfade más (aumentando nuestro malestar), luego ampliará el problema. Si no somos capaces de controlarnos en este momento debemos posponer la discusión, otra alternativa es limitarnos a hablar de nosotros y nuestros sentimientos (sin tocar los de la otra persona) y de la posible solución, ponernos un límite o “temas tabú” y así saber que al no entrar en ellos la cosa no escalará. El no insultar además demuestra que aunque estas herida, enfadada, asustada o triste respetas lo suficiente a la otra persona para no ofenderla. Este respeto favorecerá que encontréis una solución en común. Al faltarle al respeto a los demás aparte de dañar su imagen (su orgullo) estas rebajándote y dañando la imagen que los demás tendrán de ti también (y más si lo hacemos en público, que a menudo ocurre).
6) Anticipa lo que va a ocurrir. ¿Te ha pasado ya antes lo mismo con esa persona, suele siempre reaccionar de la misma forma? Pues anticípalo e intenta adaptarte para que eso no te afecte, prevé un camino que tenga en cuenta sus reacciones también (si ya las conoces). Normalmente con que una de las dos personas cambie de actitud, la discusión entera vira. Ya hemos dicho que no podemos cambiar directamente a los demás pero sí a través de la modificación de nuestra propia conducta. No hay que caer al trapo en círculos de insultos mutuos (por ejemplo), si uno no entra al trapo hay más probabilidades de que la cosa cambie.
7) ¿Estás dispuesta a ceder? y ¿hasta dónde? Esto es algo a tener claro pues si no estamos dispuestos a ceder ni lo más mínimo no sirve entrar a la discusión. ¿En qué puedes comprometerte?, ¿qué aspectos crees que puedes modificar?, ¿qué cosas podrías cambiar?, si tenemos esta parte del trabajo hecha y se la mostramos a la otra persona probablemente esta cederá también y la relación entre ambos saldrá reforzada.
8) Aprende a graduar las cosas. Frecuentemente lo vemos todo blanco o negro… Y uno debe entrenarse a ver los grises, los puntos medios. Además debemos aprender a ponernos en el lugar de la otra persona. Otro aspecto importante es controlar que no caigamos en una visión catastrofista o muy negativa de la situación. Un ejercicio útil antes de entrar en una discusión es pensar en las cosas positivas que hay en la relación con esa persona o que nos aporta, así tendremos un motivo más para controlar nuestras respuestas y buscar soluciones en común.
9) Deja que la otra persona se exprese, sin ponerle caras ni juzgarla, no la interrumpas ni intentes modificar lo que dice o decirle que miente. Escúchala primero y cuando acabe responde. Si quieres que a ti te escuchen deberás hacer lo mismo por la otra persona.
10) No intentes manipular o guiar a la otra persona hacia lo que tú quieres. Las encerronas no salen bien y es probable que la otra persona automáticamente ponga resistencia.
11) Recuerda que en una discusión ambas partes tienen algo de culpa. Reconoce tu papel en la problemática.
Otros consejos importantes: No discutas cuando la otra persona o tu misma tenéis prisa, no inicies un debate en público, no involucres a personas que no tengan que ver con la problemática, intenta no hablar las cosas cuando estéis los dos cansados. Podéis apuntar en papel las ideas que tenéis para no olvidaros de decir algo. Es útil pensar de antemano lo que se quiere decir y como, sobre todo si solemos desviarnos del tema. No saques temas del pasado o rencores. La discusión debe centrarse en el problema presente (no hay que hacer bola).
Y recuerda… No hay que preocuparse, hay que ocuparse. Si el problema tiene solución búscalo y si no lo tiene no sirve de nada discutir al respecto. Las discusiones deben tener una función (que no sea exclusivamente la de liberar emociones negativas en otros o dañar a la otra persona). Hacer que la otra persona se dé cuenta de algo, de lo que sentimos o necesitamos o que se ponga en nuestro lugar puede ser la función en sí misma, pero de manera adecuada.
Si a pesar de todo nos cuesta mucho comunicarnos con esa persona o que nos escuche siempre podemos escribirle un email o una carta para que la lea cuando este más tranquila y así después poder iniciar una conversación, procura que la carta incluya opciones de solución y tenga en cuenta los sentimientos de la otra persona.
Imagen: Flickr.