Después del anterior artículo sobre el aparato digestivo, no podía faltar la referencia a las dos glándulas más grandes de nuestro organismo, que funcionan acopladas a este sistema: el hígado y el páncreas.
Su forma normal es lisa y de un color rojizo, pues aparte de su función de metabolismo y almacenaje de nutrientes y su función defensiva, también es un gran almacén de sangre. Pero esta forma cambia en diferentes enfermedades, como la cirrosis, donde el hígado cambia su forma y se llena de nódulos, una especie de tumoraciones de distintos tamaños que cubren toda la superficie del hígado. Otras veces el color rojizo cambia por un color amarillento, por la llamada ictericia, debida a un acumulo de bilirrubina excesivo (uno de los componentes de la bilis).
Cabe destacar la presencia de una vesícula adosada al hígado, la vesícula biliar, ese órgano pequeño y de color verdoso tan famoso por ser el líder indiscutible de la mayoría de las operaciones quirúrgicas actuales.
La función de la vesícula biliar es simple y llanamente almacenar la bilis, un líquido fabricado en el hígado y responsable de la digestión de las grasas. Su extirpación no tiene mayor peligro, pues una vez quitada el hígado sigue produciendo bilis, simplemente que no se almacena y llega directamente al sistema digestivo. Pero su obstrucción si es peligrosa, causando la ictericia o color amarillento de la cara y ojos, que suele ser la causa de su posterior extirpación.
Por otra parte tenemos el páncreas, un órgano más bien pequeño, de unos 150 g, y de 4 cm de ancho por 15 – 23 cm de largo. Su consistencia es friable, es decir, tiene pinta de ser un conjunto de grasa más que un órgano importante.
El páncreas es una glándula mixta, es decir, por un lado es exocrina (secreta enzimas que tienen la función de metabolizar nutrientes) y por otro es endocrina (secreta hormonas). Y en estos últimos datos recae la gran importancia del páncreas, en sus secreciones, sobretodo las hormonales.
¿Qué hormonas secreta el páncreas? Pues tenemos la secretina, la gastrina, la CCK, y por último, las dos más importantes, que son el glucagón y la insulina.
La insulina es la gran responsable de la absorción de azúcar, y por eso su falta total o parcial es grave, provocando las famosas diabetes o azúcar en sangre. Si la falta de insulina es total desde el nacimiento, provoca la Diabetes Mellitus tipo I, y si esta falta de insulina es parcial y se produce en una edad más avanzada (generalmente se acaba produciendo por una mala dieta durante muchos años, aunque no siempre), se llama Diabetes Mellitus tipo II.
La importancia del glucagón recae en que modula la acción de la insulina, pues sus funciones son totalmente opuestas a ella. Por ejemplo, la inyección de insulina provoca hipoglucemia (disminución del azúcar en sangre), y la inyección de glucagón provocara hiperglucemia (aumento del azúcar en sangre).