Dar descargas electricas a nuestro cerebro mejora el aprendizaje… con consecuencias

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A todos nos gustaría aprender más rápido, y gracias a la electricidad puede ser posible. En 2009 el equipo de John W. Krakaurerc del MIT descubrió que aplicar una pequeña descarga eléctrica en el cerebro de un voluntario producía el aumento de su capacidad de aprendizaje hasta casi el doble. Este fue el primer resultado científico que demostraba que existían técnicas capaces de mejorar nuestras habilidades por encima de lo normal.

Las posibles aplicaciones son tan amplias que en el MIT se creó un nuevo departamento (Center of Human Augmentation) especializado en la búsqueda de técnicas o medicamentos capaces de generar superhumanos. Aunque esta idea pueda generar un rechazo inicial, hay que tener en cuenta que llevamos ya mucho tiempo tratando de mejorar nuestro funcionamiento cerebral. El café es un aumentador cognitivo importante que muchos tomamos cada mañana para mejorar nuestra concentración, y existen además medicamentos como el Ritalin, que se prescribe a los pacientes con trastorno por déficit de atención (TDAH), aunque la revista Nature publicó en 2008 un reportaje en el que comprobaba que una de cada cinco personas que lo tomaban no tenían ningún problema de salud, sino que lo tomaban para mejorar su rendimiento intelectual.

A pesar del nombre complicado la estimulación eléctrica transcraneal no es ninguna técnica complicada ni que requiera operación. La descarga eléctrica en el cerebro es producida por una pequeña pila de nueve voltios unida a unas ventosas pegadas en nuestro cerebro. Simplemente pegando las ventosas y programando el aparato unido a la pila se aplica una pequeña descarga eléctrica que no es sentida por el paciente pero sí por las neuronas cercanas a las ventosas. Realmente es posible construir un “sombrero de pensar” con este sistema.

El cerebro tiene varias regiones especializadas en diferentes tipos de aprendizaje, así que si estimulamos una de estas regiones sólo mejoramos el aspecto del aprendizaje relacionado con ella. Hasta el día de hoy se ha visto que la estimulación de la corteza motora primaria mejora el aprendizaje de movimientos motores y coordinación ojo-mano, como el que realizamos cuando jugamos a un videojuego con un joystick. La estimulación de corteza parietal posterior mejora nuestro aprendizaje numérico y aumenta nuestra capacidad de cálculo mental. En cambio, la estimulación de la corteza dorsolateral prefrontal mejora nuestro aprendizaje automático, es decir, mejora nuestra habilidad para realizar tareas sin pensar en ellas, como leer, conducir, o subir escaleras.

Pero recientemente se ha descubierto que esta técnica tiene efectos secundarios: nuestra capacidad de aprendizaje aumenta según la región estimulada, pero como consecuencia disminuye el resto de capacidades de aprendizaje. Para evitarlo, ya se están probando procedimientos de estimulación eléctrica que sean intermitentes y dependan de lo que queramos aprender; y también se está comprobando que sucede al estimular varias regiones a la vez.

Aun así, el objetivo final de la estimulación eléctrica transcraneal no es aplicarla a gran escala en el aprendizaje, sino usarla en momentos concretos y cortos en los que se realice un trabajo peligroso que requiera que el cerebro rinda al máximo, como puede ser una operación quirúrgica complicada o desactivar una bomba. Además, también se ha comprobado que la estimulación eléctrica ayuda a la rehabilitación y recuperación en pacientes con lesiones cerebrales.

Puede que un futuro todos usemos la estimulación eléctrica, o que solo recurran a ella los pilotos y cirujanos, pero lo cierto es que cada vez tenemos más ideas para mejorar nuestra inteligencia. En unas décadas quizá no solo vayamos al médico cuando estemos enfermos, sino también cuando busquemos una mejora en nuestro rendimiento.

Fuente | Apuntes científicos del MIT, New Scientist

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