Por simple cultura popular siempre hemos escuchado que “la testosterona aumenta la agresividad“. Esencialmente, esto es cierto, pero el mecanismo por el cual consigue esto la testosterona era desconocido, al menos hasta ahora. En estudios anteriores se había comprobado dicho efecto inyectando una sola dosis de esta hormona típicamente asociada a los hombres (por su elevada cantidad, aunque las mujeres también la poseen), pero justamente en un estudio realizado solo en mujeres. Ahora se ha realizado el estudio también en hombres, pero analizando simultáneamente que zonas del cerebro se estimulaban al usar la molécula.
Las áreas cerebrales estimuladas por la testosterona
En el actual estudio, dirigido por el Dr. Justin Carré, los investigadores de la Universidad de Nipissing se centraron en las estructuras cerebrales que median el procesamiento y las amenazas y las conductas agresivas, incluyendo la conocida amígdala cerebral (relacionada con el comportamiento), el hipotálamo, y el núcleo periacueductal.
Para ello, reclutaron a 16 varones jóvenes sanos durante dos días, en los cuales recibieron testosterona y placebo, por grupos. El primer día, los voluntarios recibieron un fármaco que suprimía la producción de testosterona corporal, garantizando así que los niveles de la hormona en sangre serían similares en todos los participantes.
Posteriormente, se inyecto testosterona de nuevo, aunque solo en la cantidad justa para devolver la hormona a los niveles normales en sangre. A su vez, los participantes completaron una tarea mediante un juego mientras eran examinados con resonancia magnética funcional (una técnica que mide la actividad cerebral mediante la cantidad de flujo sanguíneo de cada área del cerebro).
Resultó que, según los resultados y en comparación con el placebo, la testosterona aumenta la reactividad de la amígdala, el hipotálamo y el núcleo periacueductal cuando se visualizan expresiones faciales de enfado. Es decir, que si nos encontramos con un individuo enfadado, nuestra testosterona estimula las áreas específicas del cerebro que nos llevarían a una conducta agresiva, si fuera necesario.
“Hemos demostrado que el aumento de los niveles de testosterona, dentro del rango fisiológico normal, puede producir un profundo efecto en los circuitos cerebrales implicados en el procesamiento de las amenazas y la agresividad humana”
Finalmente, el Dr. Carré hace hincapié en el hecho de que estas conductas “vienen de fábrica“, es decir, que la cantidad de testosterona necesaria para que un hombre demuestre un comportamiento agresivo frente a las amenazas ya circula por la sangre de forma totalmente natural, pues la cantidad de testosterona usada en el estudio tan solo llevo los niveles de hormona a una concentración fisiológica y nunca mayor de lo normal.
Vía | Science2.0