La causa real del Alzheimer, a día de hoy, aún no está del todo clara. Sí, nos hemos centrado a nivel diagnóstico (postmortem) y terapéutico en una proteína en especial muy conocida por todos: La proteína beta-amiloide. Sin embargo, por mucha investigación, y por muchos intentos de tratamiento, aún no hemos sido capaces de impedir la progresión de la enfermedad mediante tratamientos contra esta proteína (o con el fin de impedir su plegamiento).
Durante décadas hemos achacado la enfermedad de Alzheimer a la proteína beta-amiloide, sin conseguir que los tratamientos parasen la enfermedad. Ahora bien, ¿y si la causa real del Alzheimer no fuese la beta-amiloide? ¿y si fuese otra proteína que hemos pasado por alto, aunque sí tuviésemos en cuenta su existencia? La Clínica Mayo tiene algunas respuestas al respecto.
La caura real del Alzheimer NO es la proteína beta-amiloide
Tras analizar más de 3.600 cerebros postmortem, los investigadores de la Clínica Mayo, cuyo estudio se ha publicado en la revista Brain, han llegado a la conclusión de que muy probablemente estaríamos equivocados respecto al Alzheimer, pues la verdadera proteína disfuncional que impulsaría la enfermedad de Alzheimer sería la proteína tau, causante de la pérdida y declive de la memoria en la enfermedad de Alzheimer. Sí, la proteína beta-amiloide también contribuye a la enfermedad y es característica, se acumula y aparece durante la progresión de la demencia, e incluso sirve como marcador de dicha progresión, pero no es la causante principal como creíamos.
Como imaginaréis, tras décadas dando palos de ciego respecto al tratamiento del Alzheimer, este descubrimiento nos ofrece una información muy valiosa y abre la puerta a nuevas vías terapéuticas. Anteriormente el objetivo principal evidentemente era la proteína beta-amiloide, pues se creía que esta era la causante de la enfermedad y todos los tratamientos apuntaban hacia ella para pararla o impedir su progresión. Ahora sabemos que los resultados de este gran estudio sugieren que el objetivo debería ser detener la proteína tau, dando así un nuevo enfoque a los futuros tratamientos.
Así lo comenta la Dra. Melissa Murray, neurocientífica de la Clínica Mayo y autora principal del estudio:
“La mayor parte de la investigación sobre Alzheimer se ha centrado en la proteína amiloide durante los últimos 25 años. Inicialmente, los pacientes que fueron diagnosticados y portadores de mutaciones o cambios genéticos en la proteína amiloide ya se encontraban en una fase grave del Alzheimer. En los escáneres cerebrales realizados durante la última década se encontraron acúmulos de amiloide en gente con enfermedad avanzada, por lo que la mayoría de los modelos de Alzheimer se basan en la toxicidad de esta proteína. Convertimos la investigación del Alzheimer en una miopía, sin ver otras causas posibles”
Esta vez, sin embargo, gracias a los investigadores de la Clínica Mayo ha sido posible analizar simultáneamente la evolución de la proteína amiloide y la proteína tau, ambas conocidas por encontrarse en la enfermedad de Alzheimer de forma característica. Con el banco de cerebros de la clínica a mano, estudiaron las diferentes evoluciones de ambas proteínas durante el tiempo y según las fases de la enfermedad.
El papel de la proteína tau en la enfermedad de Alzheimer
Según comenta la Dra. Murray, la proteína tau sería una de las encargadas de estabilizar las vías neuronales cerebrales encargadas del transporte de alimentos, mensajes y otras cargas entre neuronas. Pero, en la enfermedad de Alzheimer, los cambios en la proteína tau alteran la estabilidad de estas vías neuronales en el hipocampo, responsable de la memoria. La proteína tau se acumula y acaba produciendo la muerte neuronal. Además, la evidencia sugiere que esta proteína tau alterada se propaga de célula a célula, difundiendo la enfermedad por la corteza cerebral y afectando a otras tareas cognitivas como el pensamiento, la planificación, el comportamiento o la atención… en otras palabras, la proteína tau es la que acaba produciendo los cambios de comportamiento tardíos del Alzheimer.
Por su parte, la proteína beta-amiloide se acumula de forma externa a la corteza cerebral, y posteriormente se extiende al hipocampo y otras áreas cerebrales, justo al revés al proceso descrito por la proteína tau. Pero, como han podido demostrar los investigadores, la parte más grave la produce la proteína tau, por lo que han concluido que esta proteína patológica sería la verdadera responsable de iniciar y hacer progresar el Alzheimer.
El gran estudio del Alzheimer: Los papeles reales de la proteína amiloide y la proteína tau
Este estudio se realizó en dos fases. En una primera parte, los investigadores de la Clínica Mayo en Florida examinaron 3.618 cerebros de su banco de cerebros postmortem, 1.375 de los cuales tenían Alzheimer confirmado. Dichos pacientes murieron en diferentes edades y diferentes etapas de la enfermedad, proporcionando así una línea del tiempo ideal para vislumbrar la progresión de la enfermedad.
Se usaron sistemas de puntuación para marcar la evolución de la proteína amiloide y la proteína tau en el tejido cerebral, detectando que la proteína tau era la que determinada la severidad de la enfermedad, y no la proteína amiloide como se pensaba. La proteína tau predecía la edad de inicio del deterioro cognitivo, la duración de la enfermedad y el deterioro mental real.
En una segunda parte del estudio, los investigadores de la Clínica Mayo en Rochester examinaron los escáneres cerebrales de amiloide tomados a los pacientes antes de morir, y los compararon con las exploraciones de la proteína tau y proteína amiloide acumulada a nivel cerebral en el banco de cerebros.
Según los investigadores, la proteína amiloide se detectaba a nivel cerebral, pero no se encontraba en los vasos, y no correspondía al nivel patológico de la proteína tau; en otras palabras, la acumulación de amiloide no se correlacionaba con la gravedad de la enfermedad (al contrario que la proteína tau, que si se relacionada directamente). Por lo visto, algunos pacientes tenían amiloide visible y detectable, pero dicha proteína patológica no alcanzaba el límite necesario para poder causar la enfermedad. Además, en algunos cerebros de personas de edad avanzada se ha podido detectar proteína amiloide sin que dichos pacientes hayan desarrollado Alzheimer o deterioro cognitivo.
Así concluye la Dra. Murray:
“Nuestros resultados destacan la necesidad de centrase en el tratamiento directo contra la proteína tau, pero también es útil usar la proteína amiloide mediante escáner cerebral como método de seguimiento de la enfermedad de Alzheimer. Aunque la proteína tau ha demostrado ser la culpable del inicio de la enfermedad, también es cierto que el escaneo cerebral de la proteína amiloide se puede usar como marcador de seguimiento conjunto, a la par que se use la proteína tau como marcador de inicio y seguimiento conjunto”
Vía | EurekAlert!, Clínica Mayo.
Fuente | Brain.