Algunas de las películas de zombies (la mayoría de cine B) toman como inicio de la pandemia zombie una enfermedad o un parásito, que podría ser un virus o una especie alienígena capaz de controlar al humano en el que habita. Fuera de las películas de ciencia ficción, nos encontramos casos peculiares pero reales, en los que un determinado elemento, ya sea una molécula, una bacteria o un virus, es capaz de alguna forma de alterar el correcto funcionamiento del cerebro desembocando en un comportamiento anómalo.
Un ejemplo bastante cercano es el caso del virus de la rabia: este virus es capaz de llegar hasta el núcleo del sistema nervioso central desde una herida o magulladura de otro portador del virus, y allí expandirse a otros órganos para facilitar su expansión. En un periodo que comprende de unos pocos días a más de un año, el virus mata a su hospedador al producir una inflamación progresiva del cerebro y la médula. Y bien, lo curioso de este virus es que durante el tiempo de incubación, el hospedador presenta en la mayoría de casos una conducta de hiperactividad, excitación, y sobre todo agresividad.
En el mismo campo, nos encontramos otra enfermedad categorizada como zoonosis (transmitida a partir de animales al ser humano) que a diferencia de la rabia no se dispone de una vacuna efectiva para prevenir de su infección y contagio: La toxoplasmosis.
Casi el 30% de la población está infectada por toxoplasma
El toxoplasma es un parásito bastante común transmitido por gatos y encontrado en la carne cruda. Si antes hablábamos de películas de zombies, ahora nos pasamos al género policíaco en el que un ladrón irrumpe en un banco, y toma como rehenes a un par de civiles. El ladrón sería el toxoplasma, los civiles nuestras células, y nuestro sistema inmune ejercería el papel de policías que durante la infección, se encuentran entre la espada y la pared ya que el toxoplasma tiene secuestrada nuestras células.
El mecanismo por el cual secuestran nuestras células y se mantienen vivos, se desconocía, hasta el momento. Investigadores de Melbourne’s Walter and Eliza Hall institute han descubierto como el parásito puede esquivar nuestro sistema inmune y mantenerse vivo acumulando comida en las células infectadas y curiosamente, como altera nuestra personalidad o comportamiento durante el proceso.
Durante la infección, se producen una enorme cantidad de cambios en la célula hospedadora para evitar que el sistema inmune ataque al toxoplasma, al tiempo que asegure la entrada de nutrientes. “Tengo un rehén, si no queréis que sufra retirad vuestros cargos contra mí y enviad suficiente comida para vivir aquí” – Sería lo que gritaría el toxoplasma al ingresar en nuestro cuerpo.
Para conseguir esto, el toxoplasma libera diferentes proteínas que alteran el funcionamiento de la célula al manipular las vías celulares, permitiendole crecer y reproducirse. Ya que esta infección suele ocurrir en células del cerebro, como son las neuronas, los investigadores apuntaron que pudiese existir una relación entre algunas de las enfermedades y trastornos psicológicos y la infección de este parásito.
Este parásito es una gran amenaza para embarazadas
Capaz de hibernar y mantenerse con vida en nuestro cuerpo durante toda nuestra vida, el toxoplasma no parece ser más que un huésped silencioso. Pero la realidad es distinta, pues es una verdadera amenaza para personas en riesgo como pueden ser las embarazadas. Su infección previa o durante el embarazo es capaz de originar defectos en el desarrollo del feto e incluso el aborto.
Junto a su equipo, el doctor Chris Tonkin analizó el proceso de infección del toxoplasma para detectar las moléculas involucradas en la toma del control de la célula:
Identificando y desactivando las moléculas que llevan a la célula a acumular el alimento, podríamos eliminar el parásito que adormece en su interior, previniendo de la infección crónica.
Conocer este fenómeno podría llevar al desarrollo de una vacuna que alejaría de riesgos tanto a embarazadas como a personas que puedan padecer un trastorno psicológico acentuado por esta infección.
Fuente | WEHI
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