¿Recordáis la serie de dibujos “La vida es así”? En ella, los diferentes tipos de células de nuestro organismo y sus patógenos se representaban como personajes animados, de modo que, aun siendo niños, podíamos comprender a grandes rasgos cómo funciona el cuerpo humano. A mí me gustaban especialmente los linfocitos, que viajaban en una especie de naves espaciales desde las que luchaban contra los virus que atentaban contra nuestra salud. Lógicamente, esto no es más que ficción, pero cuando crecimos y comprendimos que las cosas realmente no son así, no podríamos imaginar que en el futuro se experimentaría con pequeñísimos submarinos que viajarían por nuestro torrente sanguíneo hasta llegar a las células enfermas y curarlas. Éste es el objetivo de un proyecto desarrollado en la Universidad técnica de Dinamarca y liderado por la científica barcelonesa Leticia Hosta Rigau, a la que se le ha concedido una beca de 10 millones de coronas danesas para poder llevarlo a cabo.
La enfermedad de Fabry
Principalmente, el objetivo del proyecto es el tratamiento de la enfermedad de Fabry, que consiste en una carencia enzimática en los lisosomas, dando lugar a efectos muy graves para la salud y a una esperanza de vida de no más de cuarenta años. Los lisosomas son unos orgánulos de nuestras células que contienen enzimas encargadas de degradar sustancias perjudiciales. Imaginad el problema que supone que estas enzimas no estén presentes. Las partículas perjudiciales que normalmente destruyen se acumularían ocasionando grandes problemas.
Orgánulos artificiales para el tratamiento de la enfermedad de Fabry.
El estudio de Leticia Hosta consiste en el desarrollo de unas cápsulas muy muy pequeñas (de micras o submicras) en las que se introducen las enzimas de las que carecen los enfermos. Así, podrían inyectarse en el torrente sanguíneo y, una vez allí, viajarían hasta las células dañadas, a las que reconocerían a través de unas moléculas de las que estarán recubiertas. Ya en el interior de estas células viajarían hasta los lisosomas, donde liberarían las enzimas contenidas en su interior.
Por último, al estar compuestas por materiales biodegradables, las microcápsulas podrían excretarse con la orina una vez finalizada su función.
Otras aplicaciones de las microcápsulas
Aunque originalmente estas microcápsulas se han diseñado para el tratamiento de la enfermedad de Fabry, hay otras muchas enfermedades basadas en un déficit enzimático que también podrían tratarse con ellas, como es el caso de las enfermedades de Farber, Gaucher o Tay Sachs.
Como podéis ver, si esta investigación llega a buen puerto, será la llave para salvar miles de vidas. Y todo gracias a alguien que ha confiado e invertido en ella. Da mucho qué pensar.
Fuente: Agencia Sinc
Imágenes: Pixabay