Es muy probable que a todos nos haya pasado alguna vez. Estás tan tranquilamente tumbado a la bartola cuando te viene a la mente que debes hacer algo (ya sea beber, ir al baño o simplemente porque ya toca levantarse). Sin pensarlo te pones en pie y tras un breve instante empiezas a notar una extraña sensación de aturdimiento, como si empezaras a perder el mundo de vista, como si fueras a perder el conocimiento. Te paras, intentas agarrarte a algo o volverte a sentar y tras 10 segundos empiezas a recobrar toda autonomía. –“Joer, que mareo me ha dado”, exclamas. Si sólo pasa una vez no se le da mucha importancia: “Eso ha sido por ponerme muy rápido de pie”. Sin embargo, si vuelve a ocurrir empiezas a pensar: “estoy muy flojo, a ver si voy a estar malo o me pasa algo”.
Bueno, pues en principio no hay razón para asustarse ya que esos mareos suelen estar producidos por, como bien habréis pensado, ponernos de pie muy bruscamente. El nombre médico que describe este hecho es hipotensión ortostática. O lo que es lo mismo, una bajada brusca de la tensión sanguínea que ocurre como resultado de habernos levantado muy rápido. También puede ocurrir al revés, por haber permanecido de pie un largo periodo de tiempo y al agacharnos bruscamente nuestra presión sanguínea cae.
El característico mareo aparece como resultado de esa caída de presión sanguínea. Al haber estado tumbados durante un largo tiempo e incorporarnos de pie bruscamente, quedan acumulados entre 500-700mL de sangre en las extremidades inferiores. Esto produce una eventual reducción de la volemia (volumen sanguíneo) que a su vez ocasiona una drástica disminución del retorno venoso al corazón. Es decir, llega menos sangre al corazón por lo que éste no puede impulsar toda la que sería conveniente para nutrir al cerebro (y al resto del cuerpo). Esto provoca una momentánea disminución del flujo sanguíneo cerebral que es lo que nos hace que empecemos a aturdirnos, marearnos y en los casos más severos, incluso podemos llegar a desmayarnos.
Ni que decir tiene que el consumo de fármacos que puedan alterar el volumen sanguíneo (diuréticos), que puedan causar una vasodilatación (nitritos) o que provoquen alguna interferencia con los reflejos baroreceptores (sedantes, atidepresivos…), suele ser una de las principales causas de aparición de este mal. Otros factores no farmacológicos como el calor (que producen una vasodilatación), una excesiva pérdida de fluidos (diarrea, vómitos, hemorragias…) o incluso un determinado estado fisiológio (embarazo) pueden propiciar la aparición de hipotensión ortoestática y por tanto de esos molestos mareos.
Cuando se sufren estos síncopes o mareos, lo más conveniente es acostumbrarse a incorporarnos lentamente. Así, si estamos acostados trataremos de incorporarnos para sentarnos poco a poco, una vez sentados y tras una pausa de unos segundos, de forma progresiva nos pondremos de pie. No obstante, si perduran en el tiempo y/o cada vez son mareos más fuertes, lo más prudente será consultar con el médico.
Fuentes| Hipotensión ortoestática en el anciano. Medifam, 2002.
Imagen| UnitedAcademics