No nos engañemos, a nadie le gusta sentir dolor, pero paradójicamente el hecho de no sentirlo de forma genética es una maldición que acarrea terribles consecuencias. Como vemos, dolor y genética van de la mano, ya que el mismo dolor es una función vital para el organismo humano cuyos receptores del dolor (nociceptores) nos ayudan en la dura tarea de la supervivencia.
Ahora bien, ¿y si aquellos que no sienten dolor, por esa “maldición genética”, tuviesen la clave para tratar el dolor crónico?
Dolor y genética: La clave está en Nav1.7
Eso debieron pensar los científicos de la University College London, cuyo trabajo se ha publicado recientemente en Nature Communications. Y es que existe una proteína, Nav1.7, cuyo trabajo específico es enviar los mensajes de dolor al cerebro. Curiosamente, dicha proteína es la causante de que exista gente que no siente el dolor (ya que carecen de ella), pero precisamente es eso lo que nos podría ayudar en la búsqueda de nuevos fármacos.
Anteriormente se ha intentado bloquear esta proteína artificialmente, pero hasta el momento no ha dado resultado. Es ahora cuando se ha sabido que hay algo más: Los individuos que no sienten dolor no tienen Nav1.7, pero además también segregan más opioides naturales (como sucede en los individuos con dolor crónico).
Opioides y proteínas del dolor, una combinación necesaria
Para comprobar hasta que punto esta proteína tiene la clave de todo, los investigadores de este nuevo trabajo dieron naloxona (un bloqueador de los receptores de opioides) a ratas que no tenían la proteína Nav1.7. Como resultado, estos animales sintieron por primera vez el dolor. Y lo mismo sucedió con una mujer de 39 años cuya mutación genética le impedia sentir el dolor; al darle naloxona sintió esa desagradable sensación por primera vez en su vida.
En otras palabras, la clave no está en bloquear solo Nav1.7, sino en combinar: Es necesario bloquear la proteína del dolor, y también dar opioides (a dosis bajas). En consecuencia, se replicaría la sensación que sienten los individuos con esta mutación genética.
Cabe destacar que los individuos con la mutación genética que impide que sientan dolor parecen ser inmunes a los posibles efectos secundarios de los opioides, por lo que no sienten la tolerancia y dependencia que sí causan las versiones artificiales de estos (como la conocida morfina, entre otros). Este será uno de los puntos a tener en cuenta y solucionar en caso de desarrollar terapias futuras.
Los investigadores de este trabajo afirman que ya tienen claro cual es el camino a seguir, y que empezarán a ensayar con un nuevo fármaco resultante de esta combinación en humanos para el próximo año 2017.
Vía | El Confidencial.
Fuente | Nature.