Edzar Ernst, vida y obra contra la pseudociencia

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Imagínese que es médico. Imagínese que es médico y puede sanar a sus pacientes, sea cual sea la enfermedad, sea cual sea la etiología, con una simple praxis clínica. Imagine que, tras la completa e individualizada consulta, es capaz de completar su praxis con unos preparados sencillos y naturales, sin efectos secundarios y con una eficacia nunca vista. Imagine, imagine, porque no es más que un sueño.

Pseudociencia: Por qué existe y por qué no debería existir

Pocos son los que confunden astrología con astronomía. Reducido es también el número de los que anteponen el Génesis a Darwin, Mendel y Dobzhansky, a Aristarco de Samos, Copérnico y Galileo. Sin embargo, la afluencia de chamanes, magufos y charlatanes es fácilmente contrastable en nuestros días, en los que la magia, lo esotérico y la superchería se multiplica en cada esquina.

Por este motivo, doctores, catedráticos y profesores de muchas universidades españolas son suscriptores de una carta, que puede ser firmada en Change, que denuncia la promoción de terapias mágicas y pseudociencias, además de presentar solicitudes específicas a los medios de comunicación, a las agencias reguladoras y colegios profesionales y a los organismos públicos. Dentro de esas mal llamadas terapias encontramos la oposición al uso de vacunas, la homeopatía, las terapias que sitúan las emociones en la etiología de cualquier enfermedad, las dietas milagro y, como no, el reiki. De este último aporto un vídeo para que puedan observar con sus propios ojos lo que significa su práctica. Permítanme un consejo, un juego: intenten imaginar que en lugar de esa señora que realiza la imposición de manos, estuviese en su lugar el Maestro Yoda.

El uso de los cuentos de hadas, de una fantasía de la que sería incapaz Lewis Carroll, para la curación de personas en el mundo real supone riesgos para la salud de los pacientes, por ejemplo si éstos abandonan las terapias eficaces mal llamadas convencionales.

Por suerte, existen personas capaces de dedicar su vida al desmantelamiento de estas prácticas.

 

Edzar Ernst, una vida contra la pseudociencia

Ernst nace en Wiesbaden (Alemania) en 1948. Aún siendo joven, trabajó en un hospital homeopático en Múnich. La capital bávara, como casi todo su país natal, tiene en consideración relativamente alta la práctica de homeopatía, entre otras cosas porque fue donde nació el fundador de esta pseudomedicina: Samuel Hahnemann, y donde empezó a arraigarse con más apego.

De su experiencia durante aquellos años en Alemania emana el siguiente relato de sus memorias:

“Los facultativos que recetan estos falsos fármacos lo hacen porque no pueden hacer frente a las a menudo muy altas exigencias de la medicina convencional. Es casi comprensible que, si un médico tiene problemas para comprender las causas multifactoriales y los mecanismos de una enfermedad o no domina el complejo proceso de llegar a un diagnóstico y la búsqueda de un tratamiento eficaz, esté tentado de emplear en su lugar conceptos como la homeopatía o la acupuntura, cuya base teórica es muchísimo más fácil de entender

Gracias a su actitud crítica, la cátedra de Medicina Complementaria de Exeter (Inglaterra) pasó a ser la vanguardia de la investigación (real) sobre la homeopatía y otras pseudomedicinas. Gracias a algunos estudios realizados por ellos se han llegado a conclusiones como los perjuicios, además de la ineficacia, de prácticas como la de los osteópatas y quiroprácticos, quienes manipulan la columna vertebral ocasionando problemas en los pacientes.

Ernst aterró en su cátedra de Exeter en 1993. Por entonces, había en el país tantos médicos de cabecera como sanadores, y la cátedra había sido creada para seguir haciendo ciencia, la ciencia que buscaban los defensores de estas terapias, como Carlos de Inglaterra. Sí, hablamos de la “clase” de ciencia que para comprobar si el tratamiento ha sido efectivo pregunta a sus pacientes si se sienten mejor tras la práctica. Como dice Ernst:

“Tienen poca o ninguna comprensión del papel que juega la ciencia en todo esto. Los terapeutas alternativos y sus partidarios parecen un poco como niños jugando a médicos y pacientes”

Edzar Ernst no tardaría mucho en obtener resultados desagradables para los charlatanes. Imagínense, debió de ser como si a alguien que se lucra con sortilegios le pones encima de la mesa la Teoría de la Probabilidad.

Tanto fue así que empezó a recibir ataques tanto personales como públicos, hasta que todo desembocó en su enfrentamiento con el príncipe Carlos, quien año tras año había estado presionando a los ministros para que incluyesen la homeopatía en el sistema de salud británico. En uno de sus escritos, trató de persuadir al ex-secretario de Salud, Alan Johnson, con la siguiente argumentación:

“No puedo soportar que la gente sufra innecesariamente cuando una aproximación alternativa podría marcar una diferencia”

Después de todo, Ernst fue acusado de ser un vendedor de fraudes, y el príncipe Carlos consiguió expulsarle de su puesto en Exeter.

Con el tiempo, las pruebas y los argumentos por parte de Ernst siguieron llegando, pero tras todo lo que había presenciado llegó a la conclusión de que su trabajo sólo sirve para demostrar la ineficacia de las terapias alternativas, no para convencer a sus defensores, a los que compara con fanáticos de una secta.

Concluiremos, una vez más, de la mano de Edzar Ernst, mano que enarbola los principios de la Ciencia (esta vez sin comillas ni en cursiva), como son la razón y el respeto a la evidencia por encima de cualquier superstición:

“Cuando se abusa de la ciencia, secuestrada o distorsionada con el fin de servir a sistemas de creencias políticos o ideológicos, las normas éticas patinan. La pseudociencia resultante es un engaño perpetrado contra los débiles y los vulnerables. Nos lo debemos a nosotros mismos y a los que vengan después de nosotros permanecer en lucha por la verdad, sin importar la cantidad de problemas que esto pueda causarnos”

Fuente: ElPaís, ElPaís, EdzarErnst

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