Hace poco, hablando con una amiga, le dije que, en mi opinión, los humanos somos los animales más crueles que existen. Inmediatamente, ella me contestó: “no te creas, las hormigas no se quedan atrás”. Después, me contó muchas de las atrocidades que cometen estos “inocentes bichitos” y descubrí que vivimos engañados por sus apariencia inofensiva, hasta el punto de tomarlas como modelo con eso de “eres trabajador como una hormiguita”. Pues no, es cierto que son trabajadoras, pero también son frías y despiadadas. Si no me creéis, os invito a leer este artículo hasta el final.
Consecuencias de vivir en colonias
La aparición de comportamientos “humanos” en las hormigas se debe a que, si nos paramos a pensarlo, tienen bastantes cosas en común con nosotros. La más importante, la tendencia a vivir en colonias. En estos casos, es necesario regular algunas situaciones, como la disponibilidad de alimentos, pero también es muy importante disponer de maniobras defensivas en caso de ataques enemigos. Por eso, las hormigas disponen de estrategias de guerra dignas del mismísimo Leónidas. Además, no se centran sólo en acabar con el enemigo, sino que, ya puestos, también aprovechan para aumentar su territorio o sus reservas de comida. Para ello, optan por tácticas como tomar esclavos del bando contrario . Sin embargo, al igual que ocurre con los humanos, no todas las hormigas usan las mismas estrategias.
Por ejemplo, las del género Pheidologeton se decantan más por la agresividad, arrasando con todo lo que encuentran a su paso. Pero en realidad éstas son angelitos en comparación con la especie Dorylus nigricans, que pueden despedazar con sus mandíbulas a insectos mucho más grandes que ellas. El investigador Mark Moffett, de hecho, afirma haber visto en Gabón cómo una marabunta de hormigas devoraba a un antílope que se encontraba atrapado en una trampa.
Otras especies son más prácticas y optan por enviar exploradoras a comprobar si hay peligros. Éstas, si los encuentran, comienzan la pelea a la vez que emiten una señal de alerta y dejan un rastro de feromonas. Así, sus compañeras pueden correr a ayudarla, dejando siempre atrás a las más fuertes, que se encargarán de defender el hormiguero . Es posible que cuando lleguen la exploradora ya haya caído en el campo de batalla, pero habrá dado su vida por la colonia en un acto muy heroico.
Las diferentes estrategias de guerra de las hormigas
Esto de dejar rastro es algo que utilizan también en otros contextos. Por ejemplo, cuando llega a una zona que aún no ha sido ocupada, se encargan de marcarla, para que cualquiera que pase por allí sepa que ese territorio es suyo y que le puede costar caro intentar robárselo. En resumen, es como si colocaran su bandera.
Por otro lado, ellas no tendrán cañones ni arcos, pero se valen de otros medios para luchar a distancia. Por ejemplo, algunas especies pueden lanzar ácido fórmico a sus enemigos y otras, menos sofisticadas, directamente les lanzan piedras a la cabeza.
En cuanto a lo que os dije anteriormente de hormigas que toman a otras como esclavas, es realmente apasionante, pues lanzan una serie de señales químicas que desorientan a sus víctimas, de modo que pueden tomarlas y llevarlas a su hormiguero, donde probablemente pasarán el resto de sus vidas, satisfaciendo las necesidades de sus secuestradoras.
A partir de ahora, cuando veáis a una fila de hormiguitas trabajadoras llevando ramitas y piedrecitas sobre sus cabezas, es posible que no las vayan a usar para reconstruir el hormiguero, sino para atravesar con ellas a sus enemigos. Adorables.
Fuente: Scientific American
Vía: La información