El hambre, esa sensación de vacío en el estómago que promueve el apetito, las ganas de comer. A pesar de que la alimentación constituye una necesidad básica para el ser humano y de que son muchas las personas que consideran la comida como uno de los mayores placeres cotidianos, no todos manifestamos la misma reacción ante un suculento plato sobre la mesa. Esa apetencia puede variar según las circunstancias propias del entorno de cada uno y también por el modo particular en el que el cerebro controla el hambre en esa persona. Ahora, un nuevo estudio ha demostrado que esas neuronas encargadas de regular el apetito son las mismas implicadas en el desarrollo y el mantenimiento de la masa ósea.
La importancia de la densidad ósea
La masa ósea es la cantidad de minerales (sobre todo calcio y fósforo) contenida en cierto volumen de hueso. Se trata de una medida útil a la hora de diagnosticar enfermedades como la osteoporosis, y así realizar un tratamiento más preventivo y eficaz, evitando que los huesos se quiebren. Por ello, cualquier elemento capaz de modificar la densidad ósea es una pieza fundamental para entender y tratar ciertas patologías de los huesos, tan importantes para el soporte y la movilidad del cuerpo humano.
En este contexto, un grupo de investigadores del Yale School of Medicine, en la Universidad de New Haven de Connecticut llevaron a cabo un estudio en que se demostró que el nivel de hambre podría determinar la estructura ósea del cuerpo. “Cuanto menos apetito tengamos, menor será la densidad ósea, y viceversa. Sin embargo, aunque sean las mismas neuronas las encargadas de la regular el hambre y a la vez el equilibrio óseo, en estas células no tiene ningún tipo de efecto la leptina, que es la principal hormona responsable de reducir el apetito“, explica Tamas Horvath, profesor de neurobiología y uno de los principales autores de la investigación.
Horvath y sus colegas analizaron un péptido presente en las neuronas del hipotálamo que se relacionaba fundamentalmente con los comportamientos compulsivos y la alimentación. Emplearon ratones diseñados genéticamente con una deficiencia selectiva en dichas neuronas que contenían al péptido clave llamado AgRP, y el equipo comenzó a observar cambios en la masa ósea de los sujetos. Los ratones mostraban síntomas de osteopenia, que equivaldría a la osteoporosis en humanos. Y al volver a estimular la actividad neuronal de AgRP en dichos ratones, lograron restablecer de nuevo su densidad ósea. Fue así cómo concluyeron que estas neuronas tenían una función compartida.
No sólo cuestión de neuronas
En base a los resultados obtenidos, parece ser que el efecto de las neuronas AgRP sobre el metabolismo óseo en adultos está mediado al menos en parte por el sistema nervioso simpático, aunque no sea ésta la única vía implicada. Diversos comportamientos del tiroides o de las gónadas suprarrenales parecen intervenir de igual modo en dicha regulación, aunque aún son necesarios más estudios que permitan evaluarla.
Como ves, tener hambre no sólo significa “tener ganas de comer”, sino que además es un indicador de que la densidad ósea de tu cuerpo es la adecuada. Puede que esos incómodos rugidos de estómago no sean tan malos después de todo.
Fuente | Yale