Uno de cada dos padres de niños que sufren bullying desconoce que su hijo está sufriendo acoso. Pero antes de ofrecer una guía para reconocer los signos más frecuentes de los niños que sufren acoso empecemos por una descripción del fenómeno:
¿Qué es el bullying?
Bullying es una palabra inglesa que significa intimidación. El termino se utiliza para describir el acoso sistemático que sufren algunos niños por parte de sus compañeros o iguales y que normalmente se produce en centros educativos pero que puede extenderse o darse en otros ámbitos. Se entiende como acciones intencionadas y repetitivas (no puntuales) con carácter humillante o agresivo y que tienen la intención de minar la autoestima y la voluntad del niño que las sufre.
El niño que sufre el acoso es frecuentemente conocido como “ la víctima” aunque la palabra víctima debe utilizarse con precaución pues tiende a perseverar el problema y otorgar una actitud pasiva al que la lleva, pues entiende que no hay nada que él pueda hacer y los demás suelen verle con “pena” por ello. Esto es lo que entendemos como victimización, algo que empeora el problema y no ayuda al que lo sufre.
El bullying no diferencia entre clases sociales o sexos
El estudio Tellus4 National Report llevado a cabo en Londres por el departamento de niños, colegios y familias en la National Foundation for educational Research confirma que un 46% de los niños y jóvenes habían experimentado algún tipo de bullying en algún momento durante el 2009. En España los resultados son algo menores estando por debajo de los países con mayores tasas: Alemania, Francia y Estados Unidos.
Pero no hay que alarmarse pues aunque en todos los centros se dan frecuentemente casos de acoso escolar (el 23’30% de los niños lo sufren), solo el 5-6% de los niños sufren un acoso escolar clasificado como grave (Según el informe Cisneros X, 2007).
Este estudio (Informe Cisneros X) se llevó a cabo en 2007 y en el participaron 24.990 niños de catorce Comunidades Autónomas Españolas incluyendo niños de primaria, ESO y bachillerato a los que se les paso el test de AVE (acoso y violencia escolar), diseñado específicamente para este estudio. Como ya alertan los autores no es solo la “violencia física” como tal la que debe tenerse en cuenta, la violencia “visible” representa solo la punta del iceberg del problema, representa tan solo el 10% de los problemas que se incluyen dentro del bullying, pero la violencia psicológica representa el 90% restante y tiene también efectos devastadores en la autoestima y la personalidad de los niños. Las diferencias entre sexos en cuanto al numero de niños versus niñas que lo sufren son mínimos.
Este estudio si parece encontrar diferencias en los agresores pues evidencia una frecuencia mucho mayor en niños de la clase como acosadores (18-19%) versus el 8% proveniente de niñas de la misma clase. Parece comprobarse que aunque los números no varían para las victimas si que se da un número mucho mayor de niños que son acosadores que de niñas.
Este estudio demuestra que las consecuencias psicológicas son muy graves: pudiendo padecer estrés postraumático un 53% de los niños que sufren acoso escolar, depresión el 54%, baja autoestima en el 57% de los casos, ansiedad en el 43%, somatizaciones en el 55%, y la lista sigue…
El acoso es mucho más frecuente en los primeros cursos de primaria y disminuye al aumentar los cursos escolares hasta situarse en un 10-11% para alumnos de bachillerato y 4º de la ESO.
Otros estudios plantean que casi el 50% de los padres de niños que sufren acoso escolar (Bullying) desconocen que esto esta ocurriendo. Y esto puede evitar que los padres puedan buscar una solución, es por ello que es importante estar pendiente a ciertos signos.
¿Que podemos hacer para saber si este es el caso de nuestro hijo?
Un niño que sufre bullying es un niño que intentará salir poco de casa, tiene pocos amigos o de menor edad y evita ir al colegio (incluso hablar de éste o ir a las salidas extraescolares). Los hay que por acumulación de tensión (debido a la ansiedad o el miedo) pueden vomitar al salir del colegio (saldrán los últimos para evitar al agresor).
Muchos presentan dolores físicos reales debidos al estrés, tales como: dolores de cabeza, de estómago o de articulaciones (o inventados para poder faltar al colegio y evitar así el acoso). Es frecuente que también presenten una disminución en el rendimiento escolar y que sufran cambios de humor (están tristes, irritables o lloran con facilidad). Los niños acosados se conviertan en niños asustadizos y distraídos, con muy baja autoestima y que buscan que se les acompañe siempre al colegio (si no lo consiguen cambiaran la ruta a menudo para evitar a los acosadores).
Además sufren pesadillas y cambios en el patrón de sueño, enuresis (orinarse en la cama) o cambios en la conducta alimentaria. Los materiales del colegio, observaremos se “pierden” o llegan a casa deteriorados sin una explicación convincente. Suelen “perder” dinero frecuentemente. Y en los casos más graves podemos observar moratones o arañazos inexplicables en la piel del niño.
¿Qué podemos hacer si nuestro hijo presenta bastantes de estos síntomas?
Lo más importante es darle una relación de confianza y seguridad, el niño se sentirá avergonzado y temeroso de las consecuencias de contarlo por lo que hay que ofrecerle un gran apoyo. Después hay que acudir al colegio y hablar con la tutora o la directora, ellos se encargarán de solucionar el problema en el centro y pueden recomendarnos pautas a seguir o recomendar contactar con un profesional externo, por ejemplo un psicólogo, para trabajar la autoestima del niño.
En mi opinión vivimos en una sociedad de creciente violencia, tanto los medios, como los juegos infantiles, y sí aunque sea un tópico, también los videojuegos. Es más me aventuraré a decir que incluso la educación de los padres hacia los hijos ha cambiado. Muchos niños crecen en ambientes hostiles de los que aprenden formas de comportamiento disfuncionales. Otros carecen de límites y normas y esto les impide a veces poder respetar las mismas en otros ámbitos, como los centros educativos.
Está también muy poco valorado el peso de la educación emocional, una educación que permite al niño adquirir formas adaptativas y correctas de expresarse y comunicarse y de entender los estados de los demás, de empatizar con otros y ponerse en su lugar. Si lo pensamos bien, todos estos niños serán un día padres y enseñarán a sus hijos lo que han aprendido… Si les enseñamos a no respetar a los demás, sus hijos nunca les respetarán a ellos y repetirán probablemente sus patrones, creando una cadena de violencia.