El desfibrilador, ese mítico aparato médico que veremos en prácticamente todas las películas o series relacionadas con este trabajo (y lo más gracioso de todo es que nunca lo usan o colocan como se debe).
Pero criticas cinéfilas a parte, este aparato que podemos encontrar hoy en día en muchos sitios públicos (diferentes a los desfibriladores médicos, pues los públicos son automáticos y los otros no), realmente puede salvar muchas vidas en momentos puntuales.
Para empezar, el desfibrilador es ni más ni menos que un aparato médico que da una descarga eléctrica de un determinado voltaje, muy controlado, pues si con una descarga no conseguimos la reanimación se debe ir subiendo la carga, hasta que consigamos salvar al paciente o… hasta que el médico en cuestión decida que ya no se puede hacer más.
Recuerdo a un compañero mío cuando le pregunto a nuestro profesor de cardiología “¿Cuál es el límite de “chispazos” que podemos dar a un paciente?”. La respuesta de nuestro profesor, literalmente, fue reírse y decir “¿Limite?, el límite es hasta que lo salvas, porque si paras, se muere”.
Así pues, realmente existen descargas eléctricas milagrosas, pero siempre muy controladas y siempre con un desfibrilador (que, repito, hoy en día están muy distribuidos y con una buena y esquemática explicación para que todo el mundo sepa utilizarlos sin saber absolutamente nada sobre el tema).
Pero, ¿en qué ocasiones se utiliza un desfibrilador en medicina? La situación de “chispazo” por excelencia es la parada cardiorrespiratoria, donde podemos distinguir dos tipos:
- La fibrilación ventricular, donde las fibras del corazón se contrae de manera toralmente anárquica y desorganizada. En un electrocardiograma veríamos unas líneas sin ningún tipo de orden.
- La taquicardia ventricular sin pulso, donde el corazón se contrae, pero su contracción realmente no sirve para nada, pues no contribuye a un buen bombeo sanguíneo, y por tanto habrá que revertir la situación. En el electrocardiograma veríamos ondas de una frecuencia de hasta 200 por minuto (una taquicardia normal es a partir de 100 latidos por minuto).
Debo añadir que paradas cardiorespiratorias hay muchas y por muchas causas, pero para este articulo solo hablaré de estas dos.
También cabe hablar de la “cardioversión farmacológica”, donde se usan fármacos como la amiodarona o los beta-bloqueantes para contrarrestar las situaciones proclives a acabar en parada cardiorrespiratoria. Es decir, se usan de profilaxis, nunca en el mismo momento de la parada, pues no son ni de lejos tan rápidos y eficaces como el “chispazo”.
Por último, ¿existen efectos secundarios? Esto importa poco si consigues salvar al paciente, pero como efecto secundario solo podemos hablar de cierto dolor muscular (pasar una corriente eléctrica por nuestro cuerpo, queramos o no, no es lo más natural del mundo). Sobre todo este dolor se produce en pacientes mayores.