Hoy por hoy, el estrés ya forma parte de nuestro día a día, ya sea más o menos intenso, o más o menos duradero. La cuestión es que vivimos en un mundo donde todo funciona excesivamente rápido para nuestro relativamente primitivo cerebro, y no podemos controlarlo todo, lo que acaba conllevando que nos estresemos hasta por lo más mínimo. La cuestión es que solemos asociar determinados síntomas a dicho estrés, como dolor de cabeza, nerviosismo, dolor abdominal, entre muchos otros. Pero, ¿se os había ocurrido asociar un cambio de los olores cada vez que sufrimos estrés? A mi tampoco, pero unos científicos estadounidenses han demostrado que si sucede así.
Si si, como lo leéis, esas son las conclusiones a las que han llegado un grupo de investigadores de la Universidad de Wisconsin-Madison gracias al uso de las potentes tecnologías actuales de neuroimagen, mediante las cuales han examinado el “re-cableado” cerebral que se produce durante el estrés y la ansiedad. Dicho estudio se ha publicado en la revista Journal of Neuroscience.
Este equipo de psicólogos, a cargo de la profesora Wen Li, descubrió que cuando experimentamos estrés, las emociones y los sistemas de procesamiento del olfato cerebrales se vinculan, convirtiendo así los olores agradables en desagradables. Normalmente estos dos sistemas (el control de las emociones y el sistema olfativo) se encuentran uno al lado del otro, pero no suelen funcionar a la vez y vinculados el uno al otro. Al menos eso se pensaba hasta ahora. La profesora Li afirma que estos resultados podrán ayudarnos a descubrir que otras cosas pueden suceder a nivel cerebral cuando experimentamos estrés. Es decir, descubrir qué otros mecanismos biológicos pueden activarse durante esos momentos.
La técnica específica de neuroimagen que se usó durante el estudio fue la resonancia magnética funcional, donde se analiza el flujo de sangre cerebral en tiempo real. Dicha técnica se utilizó en 12 voluntarios tras enseñarles imágenes diseñadas para inducir ansiedad mientras olian cosas familiares u olores neutros.
Se pidió a estos participantes que clasificaran los olores antes de ver las imágenes y después de verlas. La mayoría contestó de forma más negativa tras los olores que previamente habían considerado como “neutros”.
“Después de la inducción de la ansiedad, los olores neutros se convierten claramente en negativos. De forma general, delante de un olor solo se activa el sistema olfativo. Sin embargo, cuando una persona tiene ansiedad, el sistema emocional se vincula al sistema olfativo, alterando funcionalidad”
“Delante de la ansiedad percibimos el mundo de forma más negativa, incluido el mal olor del ambiente dentro de este contexto de ansiedad. Esto puede convertirse en un círculo vicioso, convirtiéndonos en personas más susceptibles a la ansiedad, ya que las malas percepciones del mundo se van acumulando. Incluso se puede llegar a un nivel más alto y sufrir trastornos emocionales gracias al aumento del estrés que nos produce el mismo ambiente”
Como conclusión, la profesora Li afirma que estos hallazgos podrían ayudar a que comprendamos mejor la dinámica de la percepción de los olores y la biología de la ansiedad.
Vía | The Independent.