¿El idioma que hablas puede afectar a tu salud o tu riqueza? – Medciencia

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Hace unos meses os contamos el curioso experimento de los marshmallows, donde se demostró que los niños que eran capaces de tener paciencia y esperar un tiempo a cambio de recibir el doble de una recompensa (en forma de nubes de azúcar), cuando se convertían en adultos tenían más autocontrol y les iba mejor en diversas facetas de su vida; al contrario de los niños que no conseguían esperar (un 66% de los voluntarios del experimento), que en su vida futura fueron más incompetentes. Y esto se demostró solo con un pequeño experimento de paciencia. Pero, por otro lado, ¿cómo podría afectar el tipo de idioma que hablamos a nuestra riqueza o incluso a nuestra salud?

Eso es lo que intentó descubrir una investigación de la Escuela de Negocios de Yale, a cargo de Keith Chen. Según su investigación, el tipo de idioma que hablamos afecta a nuestros juicios y decisiones sobre el futuro, lo que puede llegar a tener diversas consecuencias a largo plazo.

Como hablábamos  en el experimento de los marshmallows, sabemos que las personas capaces de retrasar su gratificación acaban consiguiendo mejores resultados en un futuro. Y esa es la clave, el futuro, o mejor dicho, la percepción que tengamos de dicho futuro. Aunque parezca extraño, el concepto lingüístico del futuro tiene mucho que ver en este asunto.

Según Chen, algunos lenguajes tienen una distinción fuerte entre presente y futuro, pero otros idiomas diferencian muy débilmente estos dos conceptos. Respecto a los idiomas que diferencian débilmente estos conceptos, resulta que sus hablantes están mejor preparados para dicho futuro, ya que acumulan más riquezas y son capaces de mantener su salud. Esto se debe a que, inconscientemente, estas personas conceptualizan el futuro de forma muy similar al presente, lo que a fin de cuentas provoca que el futuro no se sienta tan lejando y sea más fácil para ellas actuar según sus intereses venideros.

Como ejemplos de conceptos tenemos, por un lado, los idiomas que si distinguen bien los conceptos de presente y futuro. Entre ellos están el inglés, coreano y ruso, en los cuales se usan marcadores explícitos para el futuro. Pero, por otro lado, están los idiomas que distinguen muy débilmente los conceptos de presente y futuro. Esta vez tenemos al chino mandarín, el japonés o el alemán, donde los marcadores para diferencian presente y futuro en las frases no son muy utilizados, pues no es obligatorio en dichas frases.

Como consecuencia de esta clara o menos clara distinción de conceptos tenemos la resistencia a los impulsos inmediatos, o a la buena forma de invertir para nuestro futuro. Cosa que sería más fácil para alguien que habla chino mandarín o japonés que para alguien que habla inglés o ruso.

Para el estudio de Chen se analizaron hasta 76 países desarrollados o en desarrollo, usando datos de decisiones económicas, idiomas hablados, demografíca, factores culturales, etcétera. También analizó datos como los activos de jubilación, hábito de fumar o de hacer ejercicio y la salud en general de la gente de edad avanzada. Finalmente, también uso datos de las tasas nacionales de ahorro, el PIB de los países, las tasas de crecimiento del PIB, la demografía de cada país y la proporción de personas que hablaban uno u otro idioma. En definitiva, el señor Chen no se quedó corto con todos los datos que utilizó, ¿verdad?

Pues bien, en referencia a algunos de sus resultados, Chen detectó que los idiomas que usaban marcadores lingüísticos para el futuro (como el inglés) hacían que la gente que hablaba dichos idiomas fuera un 30% menos propensa a ahorrar dinero para el futuro. Este efecto es similar al del paro, es decir, cuando existe desempleo hay una probabilidad menor de ahorro de hasta un 30%.

Por otro lado, sus análisis mostraron que hablar una lengua sin marcadores obligatorios para el futuro (como el chino mandarín), provocaba que las personas fueran más propensas a acumular activos para la jubilación, fumar menos, hacer más ejercicio y en general llegar de forma más saludable a la vejez. Y, además, tener una mayor proporción de personas en un país hablando una lengua que no use marcadores de futuro obligatorios provoca que las tasas nacionales de ahorro también sean más altas.

La verdad es que el estudio es un poco extraño, ya que usa un factor (el lenguaje) que en ningún momento se nos habría pasado por la cabeza estudiar para tener una relación con el ahorro o la salud, ¿no creéis? Al menos a mi ni se me habría ocurrido que la forma de hablar tuviera tanto potencial en cómo viviremos en un futuro.

Finalmente, también os invito a recordar un artículo que publicamos hace poco sobre nuestra forma de entender el tiempo (y por tanto, el futuro), pues a veces parece que confundamos los conceptos “espacio” y “tiempo” e inconscientemente creemos que el tiempo “avanza hacia delante”, hacia el futuro.
Vía | Scientific American.

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