El miedo se afronta de forma diferente dependiendo del sexo

Cuando os sentís amenazados, ¿preferís esperar a identificar de dónde viene la amenaza o salir corriendo? Yo sin duda soy de huir al más puro estilo “tonto el último”. Lo que está claro es que cualquiera de las dos opciones es igual de válida y no nos hace más o menos cobardes, simplemente reaccionamos de forma distinta. Lo más curioso, además, es que parece estar regido por el sexo, según el estudio del que os vamos a hablar en este artículo.

El miedo condicionado

Para poder estudiar este tipo de reacciones, una serie de investigadores de la Universidad Northeastern, realizaron un estudio con ratas a las que se sometió a un procedimiento de miedo condicionado. Para ello, se les “obligó” a temer un sonido concreto, a través de una serie de descargas eléctricas cada vez que éste se reproducía. Llegó el momento en que todas las ratas mostraban miedo, incluso cuando después del sonido ya no se les hacía nada. Esto se mantiene hasta la etapa final, denominada “extinción”, en la que las ratas dejan de asociar el pitido con lo que les causaba dolor. Los experimentos basados en la capacidad de asociar son muy comunes con animales de laboratorio y sus conclusiones son muy útiles para los investigadores. Un ejemplo  similar, aunque no asociado al miedo,  sería el del perro de Pavlov, que comenzaba a salivar al oír la campana que solía ir seguida por el reparto de comida.

La creencia comúnmente aceptada es que las ratas, al sentir miedo, se quedan congeladas frente a éste, esperando a ver qué pasa. Sin embargo, este experimento demostró que no siempre es así. En el caso de las hembras, cuando oían el sonido, se lanzaban a correr de forma caótica y a una gran velocidad. Sería claramente un “tonto el último” como el que yo mencioné al principio del artículo. En el caso de los machos, sí que se quedaron petrificados frente a la fuente de su miedo, aunque algunos también salieron corriendo.  Sea cuál sea la reacción, ambas son una manera de responder al miedo, en el caso de los machos analizando el peligro y, en el de las hembras, evitándolo.  Además, las diferencias entre sexos no quedan ahí, pues también se comportan de un modo diferente durante el periodo de extinción, pues las ratas que optaban por salir corriendo se adaptaban antes y dejaban de temer el sonido. Las otras, en cambio, tardaban más en comprender que ya no iría seguido de dolor.

Posibles aplicaciones

Este tipo de estudios pueden parecer meramente lúdicos, pero nada más lejos de la realidad. Conocer los mecanismos de aprendizaje asociados al miedo es muy importante, por ejemplo, para tratar problemas tan serios como el trastorno pos estrés postraumático. Se da el caso que esta enfermedad se diagnostica con más frecuencia en mujeres que en hombres, por lo que conocer cómo afrontan el miedo los diferentes sexos también puede ayudar a entender la causa del trastorno.

Por lo tanto, este no pretende ser un estudio sexista que afirme que un sexo  es más o menos cobarde que el otro. De hecho, afrontar el miedo de un modo diferente no indica que se sufra más. En cambio, sí que tiene una gran utilidad para tratar enfermedades asociadas.  Está claro que extrapolar el estudio de ratas a humanos no es moco de pavo y que poder aplicarlo llevará su tiempo. Pero si la ciencia no lo logra, nadie lo hará.

Vía: IFL Science

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