Cuando llega la época de exámenes finales, además de contarse los días que faltan para llegar a las pruebas, se cuentan las hojas de apuntes que quedan por repasar (o comenzar a estudiar si no hemos sido previsores).
Algo que también podría llegar a medirse sería el nivel de estrés que estos exámenes generan.
Hablando de estrés, se ha descubierto un dato interesante que afecta a organismos que inicialmente no consideraríamos que sufren de estrés, las plantas.
¿Plantas estresadas?
No, no es que se estresen porque no llegan a tiempo para preparar un examen, o porque en el trabajo su jefe les pide más rendimiento en menos tiempo, no.
El estrés vendría a ser el conjunto de respuestas bioquímicas o fisiológicas que definen un estado particular del organismo diferente al observado bajo un rango de condiciones óptimas. Teniendo en cuenta esto, las plantas se pueden ver en situaciones de estrés.
¿Cómo se puede saber si una planta está estresada?
A simple vista se puede llegar a saber si una planta sufre de estrés, viendo situaciones anómalas como el hecho de que partes de las hojas se pongan amarillas (no por el cambio de estación obviamente), manchas, necrosis (tejidos vegetales muertos), etc.
Con técnicas especializadas, se puede detectar el estrés vegetal, viendo si hay o no baja asimilación enzimática, inducción a transmisión de genes, cambios en la composición química, etc.
Ozono en la troposfera, causa de estrés vegetal
Según el departamento de Ecotoxicología de la Contaminación Atmosférica del Ciemat (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) de España, y tras 20 años de investigación, concluyen que el ozono troposférico disminuye la producción y calidad de los cultivos agrícolas y los pastos del ganado, debilitando y estresando a las especies forestales.
Estos datos se han presentado al Convenio de Ginebra sobre Contaminación Atmosférica Transfronteriza a Gran Distancia, y cuyo protocolo de Gotemburgo (regulador del ozono troposférico) acaba de revisarse.
Se han llegado a estos datos, tras una reproducción artificial (en laboratorios) de los daños ambientales del ozono troposférico sobre la vegetación, agregando el ozono en condiciones experimentales.
Pero, ¿el ozono no era “bueno”?
Las cualidades perjudicial o beneficioso del ozono, dependen mucho de la altura en la que se encuentra el ozono.
El ozono es un gas que se encuentra presente en la atmósfera, y que se encuentra en un 90% en una capa denominada estratosfera (entre los 15 y 50 kilómetros de altura). Hasta esta capa atmosférica subió Felix Baumgatner para dar el salto a mayor altitud realizado por un ser humano.
Este ozono estratosférico es beneficioso no solo para nosotros, sino para todo el planeta, porque absorbe los rayos dañinos del sol cuando pasan a través de la estratosfera.
El ozono troposférico, que se sitúa desde el nivel del mar hasta la altura de la tropopausa (entre los 12 y 15 kilómetros, es la zona que separa la troposfera y la estratosfera), se forma por precursores como son óxidos de nitrógeno, compuestos orgánicos volátiles, etc (emitidos por el hombre) y que reaccionan en condiciones estables de sol y temperatura, dando lugar a este ozono dañino.
Este ozono perjudicial se desplaza hacia lugares alejados de los focos de contaminación (ciudades e industrias) con ayuda del viento, afectando a la vegetación de zonas rurales. Esta es una de las principales razones por las que en los países mediterráneos las concentraciones de ozono en el medio ambiente sean tan altas.
¿Qué hace este ozono “malo”?
Según Rocío Alonso, del Ciemat, este ozono daña la producción y calidad de los cultivos, “estresando” a la vegetación natural, debilitando su vigor y afectando a los pastizales destinados a la ganadería.
Este ozono además, rebaja la calidad de los pastos, porque altera el contenido proteico y de fibras, favoreciendo a las especies más resistentes, que al ser las que digieren peor el ganado, no son las adecuadas para su alimentación.
¿A qué conclusiones se han llegado?
Según indica Rocío Alonso, los efectos no sólo se relacionan con las concentraciones aéreas del ozono troposférico, sino con la cantidad de ozono que absorben las plantas, lo que se denomina dosis o capacidad de absorción.
Esto ha motivado que el protocolo de ozono que ahora se acaba de revisar, ha sustituido el concepto de los niveles críticos basados en concentraciones en el aire por aquellos basados en dosis.
Una de las luchas del Ciemat es que no se pueden establecer los mismos parámetros para toda Europa, ya que las plantas mediterráneas (encinas, madroños, coscojas, etc.) tienen más resistencia natural y están más acostumbradas al ozono, por lo que los niveles de capacidad de absorción deberían ser más altos que para las especies forestales. En cambio, en el caso de los cultivos, no hay tanta diferencia.
Hay que darle una importancia vital a la reducción de la contaminación, ya que desde los años 70 se ha observado un incremento a nivel mundial, en los niveles de este ozono, especialmente en las zonas industrializadas del norte. Pero como se ha visto por el efecto del viento, lo que se origine en una zona del planeta, puede acabar en la otra punta del mundo.
Fuentes: EFE Verde, Síntesis y Commission for Environmental Cooperation
Imagen: Histographic