En Medciencia nos gusta mucho hablar de emociones, ya habíamos hablado del efecto inverso (de cómo los alimentos modifican el estado de ánimo) y es por ello que os traemos hoy esta nueva investigación que revela cómo el estado emocional de una persona afecta a la percepción del gusto.
Y es que todos sabemos que cuando estamos tristes comemos ciertas cosas, por ejemplo chocolate o comidas menos sanas de lo habitual. Pero este estudio va más allá en sus conclusiones.
El estudio:
En el estudio, los científicos de alimentación en Cornell descubrieron que las personas con estados emocionales negativos tienden a ansiar dulces más que los que están en un estado de ánimo positivo (hasta aquí todo lógico y ya lo sabíamos). El estudio revela cómo el estado emocional de una persona (sobre todo en el mundo competitivo de los deportes) afecta a la percepción del gusto. Este estudio fue publicado en la revista Appetite y fue llevado a cabo por Robin Dando y Corinna Noel.
El estudio se centró concretamente en determinar cómo las emociones que surgen de los resultados de los partidos de hockey de la universidad influyeron en la percepción del sabor dulce, salado, amargo, ácido y umami (sabroso) de los fans. Además de evaluar las respuestas hedónicas (cuánto les gustaba o disgustaban los alimentos a los sujetos) examinaron también las variaciones diarias en función del gusto y la intensidad de aproximadamente 550 aficionados al hockey masculino de Cornell en la temporada de 2013-2014.
Los espíritus (estados emocionales) de estos fans se elevaban con alegría en las victorias y se hundían en las derrotas. Al final de cada partido a los aficionados se les daba un helado de caramelo y un sorbete de lima-limón. En general los aficionados preferían el helado de caramelo mucho más que el sorbete, pero cuando el equipo local ganaba, el sorbete se disfrutaba y obtenía puntuaciones hedónicas más altas. En otras palabras, cuando el equipo local ganó, los aficionados disfrutaron de la comida menos preferida también.
Analizando los diferentes sabores por separado, se encontró que el sabor dulce tenía una asociación positiva hacia los resultados del partido (con las emociones positivas), a mayor emoción positiva mayor era la intensidad del sabor dulce y menor la del amargo. Cuando las emociones eran negativas (resultados negativos en el partido) el sabor amargo parecía todavía más amargo (aumentaba en intensidad) y a la vez el sabor dulce perdía intensidad.
Es lógico pensar que si el sabor amargo disminuye y el dulce aumenta (con las emociones positivas) esto hará posible una mayor aceptación a un mayor número de alimentos y así fue, cuando había victorias los sujetos puntuaban como más placenteros sabores que en principio no eran de los preferidos. Los sabores salados, umami y amargo no se veían afectados por derrotas o victorias, no parecían estar relacionados con ellas.
La manipulación emocional en forma de percepción placentera o no placentera de sucesos de la vida real puede influir en el gusto y los sabores y por lo tanto la aceptabilidad o atracción por ciertos grupos de alimentos en esos momentos. Las emociones que vivimos cada día pueden alterar la experiencia hedónica de comidas normalmente menos apetecibles lo cual establece un vínculo con la teoría del comer emocional, esto es porque un alimento poco sabroso se vuelve incluso menos sabroso y más aversivo si la persona presenta un estado emocional negativo, mientras que las comidas hedónicas o placenteras conservan su carácter agradable.
En el ejemplo del estudio, cuando el equipo gana los jugadores siguen con su comer normal, pero si el equipo pierde, alimentos como el helado se vuelven más deseados y esto es por la alteración que la emoción produce en la percepción del sabor.
Fuente: Newswise, PsychCentral, CornellNews, ScienceDirect.
Imagen: Flickr,