De la mano de la Agencia Espacial Europea (ESA) y de su telescopio Planck, nos llega la que hasta ahora es la imagen más detallada de todas las que existen de la que es la prueba más contundente de que nuestro universo fue formado por el Big Bang: la radiación de fondo de microondas. Esta radiación es lo que queda de la luz que se formó en los primeros miles años después de la explosión: en aquella época, el Universo se componía en gran parte de fotones, protones y electrones a altísimas temperaturas que interactuaban entre ellos. Cuando los protones y los electrones se unían, formando así átomos de hidrógeno, se liberaba energía en forma de luz. Esta luz, debido a la expansión del universo, se ha terminado estirando, viendo así aumentada su longitud de onda y convirtiéndose en ondas microondas.
Esta radiación de fondo de microondas muestra minúsculas variaciones de temperatura que se corresponden a regiones de densidades distintas en los inicios del universo, representando lo que se ha terminado convirtiendo en las estrellas y las galaxias. Según el modelo Lambda-CDM (Lambda – Cold Dark Matter), también conocido como modelo estándar, estas variaciones surgieron inmediatamente después del Big Bang, y terminaron estrechándose a escalas cosmológicamente grandes durante la inflación.
En este punto es donde entra el Telescopio Planck: su misión es buscar y retratar estas variaciones con una resolución mucho mayor a las obtenidas hasta ahora, para de esta forma poder determinar con más precisión la evolución y composición del Universo. Pero esto, aunque pueda parecer que es un avance, puede terminar trayendo bastantes quebraderos de cabeza a los científicos: la precisión del mapa dibujado por el Planck es tan alta que ha mostrado algunas características que podrían representar detalles físicos para los que es posible que aún no tengamos explicación. Como explica el director general de la ESA, Jean-Jacques Dordain:
La extraordinaria calidad del retrato del universo primitivo del Planck, posible gracias a tecnologías desarrolladas por industrias europeas exclusivamente para dicho propósito, nos permite llegar hasta sus mismos cimientos, indicándonos que la huella que tenemos del cosmos está muy lejos de ser perfecta.
Fuente: European Space Agency