Me apetece escribir sobre la infidelidad emocional, al parecer un concepto más real y habitual de lo que parece, a raíz de haber leído un blog. En el escrito, el autor describe cómo un miembro de una pareja (Beth) se da cuenta de que algo no funciona en su relación cuando detecta en su partenaire un cambio en su comportamiento habitual.
Resulta que pocos meses antes la pareja de Beth había construido una buena amistad con otra persona. La propia Beth se sentía feliz porque, al parecer, su pareja no acostumbraba a tener buenos amigos. Los mensajes a través del móvil no tardaron en hacerse frecuentes, y las llamadas. Beth tenía la sensación de que su pareja se estaba alejando de ella y, aun ser consciente y estar segura de que no había nada físico, no podía evitar sentirse mal. Beth estaba experimentando un engaño emocional, que sí puede considerarse infidelidad cuando se alarga en el tiempo y se convierte en algo obsesivo y secreto.
Sin llegar al sexo… O sí
Para una relación sana, es muy importante que se combinen dos aspectos esenciales: el físico y el emocional. Cuando uno de estos aspectos falla, la relación comienza a deteriorarse. Y una de las formas en las que puede materializarse este deterioro es el engaño, que puede ser físico o emocional. El segundo caso es a menudo mucho más destructivo que el físico. Porque el engaño físico es muy fácil de definir para la mayoría de las personas, y parece que los límites quedan claros: es un acto sexual específico. No obstante, el engaño emocional es diferente en cada persona, y los límites nunca coinciden. Por eso es muy difícil, a menudo, delimitar exactamente qué está bien y qué está mal o cuándo se está engañando en términos emocionales y, sobre todo, cuándo se debe parar.
La infidelidad emocional se ha ido haciendo más frecuente en las últimas décadas, con el lugar de trabajo como ámbito más proclive a que se generen, sólo después de Internet. El caso es que estas relaciones, sin sexo, pueden ser muy intensas o incluso más que aquellas relaciones con relaciones carnales de por medio. Por este motivo, en muchos casos (más o menos el 80%, según Shirley Glass, autor de Not Just Friends: Rebuilding Trust and Recovering Your Sanity After Infidelity), la dinámica de estas uniones “platónicas” hace que se cruce la barrera del sexo tarde o temprano.
El inicio de una relación que puede degenerar en infidelidad emocional se produce cuando entre dos personas en principio ajenas se genera una conexión en la que ambos se satisfacen emocionalmente con aquellas cosas que “tradicionalmente” deben cumplirse por parte de la pareja. Es decir, se intercambian los roles. De repente uno siente, por ejemplo, que su pareja comparte más intimidades con otra persona y que no tienen nada que compartir. Con esta nueva persona intercambia historias, apoyo emocional, palabras cariñosas, atenciones, etc.
He aquí algunas de las señales del engaño emocional:
- Compartir los pensamientos más íntimos con alguien externo a tu relación. Se habla de pasiones, temores y secretos que en tiempos mejores se comunicaban a la pareja.
- Comparar constantemente, verbalmente y de pensamiento, a la pareja con la persona con quien se ha intimado.
- Pensar y soñar de forma obsesiva con la otra persona, aunque uno trate de engañarse y decir que es algo normal. Incluso se fantasea con relaciones sexuales con dicha persona y sobre cómo sería su amor.
- Buscar (y dar) una mayor parte del apoyo emocional a alguien externo a la relación.
- Depender de alguien externo a la pareja para que satisfaga las necesidades de sentirse amado y conectado.
- Mostrar señales de distracción cuando se debería estar presente (físicamente y mentalmente) en la relación. Las actividades habituales y regulares con la pareja, o el tiempo que dedicaba a las mismas, se reducen.
- Pasar más tiempo de conexión con alguien externo a la relación (hablar por teléfono, enviar mensajes de texto o pasar mucho tiempo juntos). La cosa se agrava cuando uno ya trata de borrar el rastro de esta relación o la convierte en algo secreto.
- Buscar momentos para estar a solas con alguien externo a la pareja o forzar los encuentros.
- Mantener una creciente lista de razones que justifican el comportamiento: centrar la atención en lo infeliz que uno es, en el porqué de la tristeza, y culpar a la pareja o al matrimonio de todos los aspectos de la infelicidad. Así se genera un falso resentimiento que justifica este maltrato hacia la pareja o la necesidad de buscar fuera lo que uno no tiene en casa.
Reconexión emocional
Es normal que en cualquier relación se produzcan momentos de distanciamiento tras eventos emocionales negativos e intensos. En estos momentos siempre hay personas externas que ayudan a superar estos malos momentos y a tirar adelante, y esto no puede considerarse engaño emocional. El problema es cuando se cruza la barrera y esta nueva “necesidad emocional” y los comportamientos más arriba mencionados se alargan en el tiempo.
La mejor manera de lidiar con el engaño emocional es, en primer lugar, intentar que no suceda. A veces es inevitable, sobre todo cuando el otro miembro de la pareja no comparte las preocupaciones y todo parece funcionar “normalmente”. Si se sospecha que algo en este sentido podría estar ocurriendo, lo mejor es hablarlo pero sin acusar. Hacer acusaciones sólo pondrá al otro miembro a la defensiva, lo que podría aumentar el alejamiento. Al contrario, es mejor hablar de sentimientos, de sensaciones, de cómo uno se siente, sin acusaciones de hacer nada malo. Es la mejor manera de llegar al interlocutor.
Otra manera de tratar de reconducir la relación es buscar un poco de ayuda externa. Esto permitirá determinar qué está pasando y ayudará a definir qué habría que hacer para volver a conectar.
Celos e infidelidad
La psicología social se ha centrado muchas veces en las relaciones amorosas y al papel que desempeñan los celos en las relaciones románticas. Los celos son una emoción compleja negativa, que surgen ante la sospecha real o imaginada de una amenaza a una relación considerada valiosa. En 1998, Ayala Pines Pines definía los celos como una “respuesta a lo que se percibe como una amenaza que se cierne sobre una relación considerada valiosa o sobre su calidad”. Si se entiende como una emoción, los celos serían una respuesta que nos alerta de que una relación que queremos mantener está siendo amenazada.
Según un trabajo de la Universidad de Málaga publicado en la revista Athenea Digital, varios trabajos han constatado que los hombres podrían sentirse más preocupados que las mujeres por una hipotética infidelidad sexual de sus parejas y que las mujeres podrían sentirse peor que los hombres ante una hipotética infidelidad emocional. Los psicólogos evolucionistas recurren a la predisposición genética para explicar estas diferencias entre hombres y mujeres, aunque esta constatación abre un lógico debate. En este sentido, desde una perspectiva cultural, el origen de tales diferencias se sitúa en el proceso de socialización diferencial y en la influencia social y cultural. Por lo tanto, la disparidad se explicaría desde las diferentes adscripciones de unos y otros a las normas y roles de género dominantes en un contexto ideológico determinado.
El trabajo de los investigadores españoles no logró constatar una mayor preocupación de los hombres por la infidelidad sexual, pero sí por la infidelidad emocional. Como las mujeres. Muchos otros trabajos podrían llegar a conclusiones diferentes, pero es muy evidente que el engaño emocional afecta de forma muy importante a todo quien lo padece.
Fuente | Psychcentral
Imagen | Juan & Diëgo