Es más que habitual, y ahora más que muchos vuelven de vacaciones, encontrarse con algún alimento pasado de fecha por la nevera. Ante esto hay quien no duda en tirarlo a la basura: “yo no me la juego”. Otras personas, sin embargo, si al producto no le han crecido setas o presenta un espeso moho, no durarán en comérselos “todavía está bueno”.
En España se calcula que se tiran al año 7,7 millones de toneladas de alimentos que todavía podrían comerse perfectamente. Esto equivale a 163 kg de alimentos desperdiciados por persona, según Eurostat. Buena parte de culpa de todo estos desperdicios la tiene la mala planificación doméstica y de restauración, pero también la gran confusión que genera la duración de los alimentos.
Y es que, el tiempo de vida “real” de un alimento siempre ha sido un tema controvertido. Encontramos diferentes puntos de vista, desde el más seguro que no deja pasar un día desde la fecha de caducidad indicada, hasta el más temerario que mientras no encuentre el producto seriamente deteriorado, lo considerará apto para ser comido. No obstante ¿quién no ha tomado un yogur caducado? ¿O un sándwich con pan de molde pasado de fecha?
Lo cierto es que debemos distinguir entre “fecha de caducidad” y “consumo preferente”. Aunque ambos tienen que ver con la vida útil del producto no son sinónimos. El primero indica hasta cuando un alimento es seguro para su consumo, a partir de la fecha indicada no puede asegurarse su estado comestible. El consumo preferente, en cambio, indica la fecha a partir de la cual el alimento puede empezar a perder ciertas propiedades como sabor, aroma o textura pero continúan siendo seguros. Por eso, al tirar un alimento que ha pasado su fecha de consumo preferente, muchas veces estamos rechazando productos perfectamente seguros y nutritivos aunque quizás ligeramente menos atractivos a la vista o al olfato”, apunta Delgado, director de I+D y desarrollo de nuevos productos de leche Pascual.
No obstante, comerse un alimento caducado sí puede suponer un riesgo, porque a partir de la fecha marcada pueden proliferar agentes infecciosos. Aunque realmente hay productos más peligrosos que otros y la conservación del producto puede determinar en gran medida su seguridad. Por ejemplo, aquellos alimentos con un mayor contenido acuoso (verduras, hortalizas, carnes, pescado…) suelen ser los más susceptibles de ser infectados. En cambio, los yogures, con un pH ácido, tienen poca posibilidad de ser infectados por agentes patógenos si su conservado ha sido correcto y se ha respetado la cadena del frío.
Entonces, ¿realmente pasa algo si nos comemos un yogur caducado? Guy Tweedie, director de I+D en Europa del Sur de Danone opina que:
Para obtener todos los beneficios, es recomendable consumirlos dentro de la fecha de consumo establecida. La ley establece 28 días a partir de su fecha de fabricación. Durante ese periodo debe garantizarse la viabilidad de los fermentos de estos alimentos, así como su composición nutricional y características sensoriales.
Sin embargo, personalmente y asumiendo mis propios riegos, si encontrara un yogur caducado en mi frigorífico desde hace sólo 2, 3 ó 4 días, no duraría en comérmelo. Aunque en esto, lo que debe imperar es el sentido común. Garantizar una buena conservación, evitando consumir los alimentos después de permanecer abiertos más de tres días (aunque también dependera del producto que sea) y mantener la cadena del frío en aquellos alimentos que la requieran es de vital importancia.
Muchos expertos consideran que hay una falta de claridad en el tema del etiquetado sobre la fecha de caducidad y la fecha de consumo preferente. Por ello, la Comisión Europea está estudiando que los fabricantes incluyan en sus etiquetas dos fechas: la de límite de venta y la de consumo preferente. Se trata de hacer un consumo responsable, de ahorrar en esta época de crisis y de generar menos residuos y despilfarro.
Vía| El País