¿Es posible fabricar nubes artificiales?

Desde siempre, el hombre ha querido controlar el clima. Tribus antiguas realizaban una danza de la lluvia para las épocas de sequía, incluso en España existe una canción infantil que busca invocar la lluvia (“Que llueva, que llueva…”). Sin embargo, el clima es demasiado poderoso como para que el ser humano pueda controlarlo, y nos contentamos con ver la predicción del tiempo en el telediario de la noche para intentar tener una idea aproximada.

Muchos científicos han tratado de enfrentarse a las barreras climatológicas a lo largo de la historia. Actualmente existe el campo de la Ingeniería Climática o Geoingeniería, donde se producen patentes capaces de modificar el clima, desde la eliminación de tornados y monzones hasta la formación de nubes. Principalmente tienen como objetivo frenar el cambio climático y otros desastres medioambientales (no sin cierta polémica).

A pesar de lo que enseñan en el colegio sobre el ciclo del agua, una nube no esta únicamente formada por vapor de agua. Si calientas agua en un cazo en la cocina, comprobarás que no llega a formarse una nube del vapor, pero si te das una larga ducha caliente te verás rodeado de una neblina. Esta neblina (que es casi el nacimiento de una nube) es vapor de agua concentrado en un espacio cerrado, lo que indica cuál es el auténtico requisito para la formación de las nubes: la condensación.

Existen partículas sólidas capaces de atraer moléculas de agua debido a fuerzas electromagnéticas, llamadas núcleos de condensación. Si una de estas partículas flota en el aire atrae a moléculas de agua de alrededor, compactando el vapor y formando una nube. Sin estas partículas el vapor de agua permanecería en la atmósfera sin llegar a ser visible. Estos núcleos de condensación no son partículas exóticas: en el Amazonas se ha comprobado recientemente que las tormentas tropicales pueden ser formadas a partir de sal descompuesta en iones de cloro y sodio en el aire, las nubes que vemos normalmente están condensadas a partir de partículas de polvo, y las estelas que dejan algunos aviones al pasar son nubes formadas a partir de pequeñas partículas desprendidas de la cola o dióxido de carbono de la combustión (estas estelas son llamadas chemtrails y aunque hay creencias conspiratorias a nivel mundial, siento decir que sólo es agua).

Sabiendo esto, la forma más simple de crear nuestra propia nube es rociando particulas que funcionen como núcleos de condensación y el vapor de agua de la atmósfera hace el resto. Y funciona. En 1940, tres científícos de General Electric en Schenectady, Nueva York, consiguieron sembrar nubes disparando yoduro de plata a la atmósfera. De hecho, uno de los tres científicos era un químico llamado Bernard Vonnegut y, alentado por esta experiencia, su hermano pequeño Kurt se inspiró en este experimento volviéndose un escritor famoso de ciencia-ficción.

Actualmente, existen varias patentes de máquinas sembradoras de nubes, la mayoría basadas en el uso de un pulverizador de agua con una alta concentración de sal disuelta en ella, y se han pensado varios posibles usos. Rusia está desarrollando estas patentes para crear tormentas en regiones desérticas y luchar contra la deforestación apagando incendios forestales. Qatar está pensando en usar estas nubes artificiales para disminuir la temperatura durante el mundial de fútbol en 2022 y, con esta misma idea, la empresa Intellectual Ventures, con el apoyo y financiación de Bill Gates, ha desarrollado un barco ecológico que forme nubes encima del mar, tratando de bajar las temperaturas globales y contrarrestar el calentamiento global.

La formación de nubes artificiales esta rodeada de polémica, y se enfrenta al rechazo de la mayoría de grupos medioambientales. Irónicamente la mayoría de usos que se plantean son para combatir el cambio climático. Puede parecer pretencioso (y peligroso) jugar con la naturaleza y cambiar el clima, pero con nuestras acciones contaminantes ya lo estamos haciendo, ¿no deberíamos estudiar en profundidad todas las opciones?

Fuentes| SuperFreakonomics, BBC, El Universo, Gizmodo, Wikipedia

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